Llega un momento en la vida, que suele coincidir con el nacimiento, a partir del cual conviene quitarle dramatismo a la existencia. A falta de que alguien demuestre lo contrario, al igual que mañana amanecerá -esperamos-, todos vamos a morir. Por eso hay alarmas como la del coronavirus que se van de las manos cuando hay periodistas que asoman en la televisión de casa con mascarillas que... no protegen del coronavirus. Alarmas que veremos para qué sirven, cuando la mayoría de la gente se está curando y lo hace en casa, como si fuera una gripe más. Y las gripes, como gripes que son, exigen cuidar de determinados sectores de población. Los de riesgo. No generar alarmas que son capaces de tumbar indicadores bursátiles y disparar negocios como los de las app. La capitalización de mercado de la empresa líder de juegos móviles de China está en máximos de los últimos dos años, cuenta Financial Times. Todo gira en torno al coronavirus. O parece que gira. La misma vida y la misma muerte sobre las que el exsubdirector de El País Miguel Ángel Bastenier acuñó la teoría de la primera página con tres elementos: toda portada de periódico debía contener una historia que nace, otra que muere y algún culebrón que continúa. El coronavirus ya es las tres. Veremos hasta cuándo.