Cuando todo está casi listo para la inauguración el próximo mes de marzo del complejo medioambiental de Zubieta, que incluye la planta incineradora con la que se pone el cierre al largo conflicto de la guerra de los residuos en Gipuzkoa, la basura se ha convertido otra vez en una indeseada protagonista por culpa del dramático accidente en el vertedero de Zaldibar. Tan pronto los equipos de emergencias apaguen el incendio declarado en la escombrera y culminen el rescate de los dos trabajadores atrapados por el derrumbamiento, tocará analizar a fondo las causas que han provocado este desastre y medir su auténtica magnitud; a partir de ahí, si las hay, asumir las responsabilidades correspondientes. Se leen y escuchan estos días durísimas críticas contra la administración por la gestión y vigilancia de esta escombrera, mezcladas con acusaciones sobre el sistema de gestión de los residuos y proclamas medioambientales desde sectores que ya tuvieron la oportunidad de asumir responsabilidades en este terreno y que pagaron electoralmente el afán impositivo por un modelo que fue rechazado por la mayoría de los guipuzcoanos. Si algo ha puesto en entredicho lo ocurrido en Zaldibar es al vertedero como solución para eliminar los residuos, algo afortunadamente superado en Gipuzkoa pero que los que ahora encabezan las críticas al Gobierno Vasco trataron de perpetuar con su proyecto de vertedero en la cantera Osinbeltz de Zestoa, lo que por fortuna se frustró.