Con el objetivo de proteger su riqueza natural, la Diputación de Bizkaia acaba de imponer un límite a la cantidad de visitas que puede recibir un entorno tan espectacular como el peñón de San Juan de Gaztelugatxe, en Bermeo. Su aparición en Juego de Tronos lo ha convertido en un fetiche del turismo de masas, que acude expresamente al lugar para inmortalizar la visita con una foto o un vídeo. Se ha impuesto un aforo máximo de 3.024 personas al día; 340 al mismo tiempo. La medida no ha encontrado oposición pese a que supone una clara barrera al turismo y al libre movimiento de la gente. Y es que la mayoría está de acuerdo en que los espacios naturales deben ser preservados con normas, estrictas si hace falta, que contribuyan a su protección. Esto que parece de sentido común, sin embargo, pierde toda la fuerza de su elocuencia cuando se trata de extrapolarlo a un entorno urbano. La identidad, la historia, la economía, la ecología, el equilibrio social, el descanso y la salud del sitio y sus pobladores son valores que no alcanzan la categoría que sus equivalentes en la naturaleza sí tienen. En la ciudad, manda el libre mercado, que siempre se mueve con una marcha más y que no duda en sacrificar lo inmaterial en la búsqueda de la rentabilidad material.