Se rompe la lavadora y, después de echarle un vistazo, el manitas de casa detecta la pieza que hay que cambiar. Pues qué bien. Más fácil y más rápido, porque la va a cambiar él. Y más barato, pienso. Pues no. El truco del almendruco para que todo el mundo tenga que comprar y comprar es hacer más cara la pieza que la propia lavadora. Y lo mismo con bombillas, lámparas, tostadoras, juguetes, ordenadores, etc... En lugar de tirar a la basura, o al reciclaje, las millones de piezas que se estropean, arrojamos millones de lavadoras, secadoras, tablets y todo tipo de máquinas con componentes electrónicos. Como humildes consumidores que somos no podemos hacer frente a esta locura, que sabemos que es insostenible. Pero no nos queda otro remedio que comprar otra lavadora si no queremos tirar el dinero. Y nos parece fatal, a menos que tengamos familia trabajando en fábricas de electrodomésticos. Entonces igual no lo vemos del mismo modo. Y esa es la dinámica que el planeta debería romper, aunque en el fondo a los países ricos no nos interesa. Tengo la edad suficiente para recordar cuando se compraba la leche Gurelesa en botellas de cristal, que retornábamos después a la tienda, cuando casi en cada hogar había un ama de casa. Ahora, compramos la leche para toda la semana en tetrabrik.