Como toda organización política, el fin primordial de los partidos es su propia supervivencia. Estatutos, reglamentos y normas trazan líneas rojas infranqueables para sus afiliados, so pena de sufrir castigo y, en caso de pecado máximo, expulsión. Es lo que le ha ocurrido a Maixabel Lasa, que se ha dado de baja del PSE antes de que le dieran la patada. La causa, el apoyo público a Txema Urkijo en las pasadas elecciones generales como cabeza de lista de Más País por la circunscripción de Bizkaia. De nada le ha servido su trayectoria política, su condición de víctima del terrorismo ni su desempeño al frente de la Oficina de Atención a las Víctimas, recurso que puso en marcha en tiempos muy difíciles con el apoyo, precisamente, de Urkijo, con el que tejió un fuerte vínculo en aquellas circunstancias tan sensibles. La castigada se ha quejado del diferente rasero con el que ha sido juzgada su deslealtad, en el fondo irrelevante para los intereses electorales de su partido en comparación con la que exhiben cualificados dirigentes, por ejemplo, hacia la línea de Sánchez. Maixabel Lasa dice que se sentía "vigilada" por los suyos, dando a entender que existía un caldo de cultivo de desconfianza, engordado, quizás, por decisiones como la de presentar lista de paracaidistas en su pueblo, para ganancia de la izquierda abertzale. Quizás, lo que ha ocurrido es que Maixabel Lasa se había convertido en un "michelín".