Las evidencias, como los sedimentos de las edades geológicas, conviene repasarlas de vez en cuando. Por ejemplo, el 10 de noviembre hubo unos comicios que arrojaron un Congreso que ha investido a Pedro Sánchez casi dos meses y 23 partidas de mus después. A partir de ahí, uno está capacitado para encender la televisión y escuchar al portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto, dar ayer la voz de alarma a la derecha como si hubiera unas elecciones al caer: "Si los votantes del centro y de la derecha nos unimos, eso da mayoría absoluta. Cada vez que votamos separados, el que aplaude es Sánchez". A la misma hora en la que Maroto llamaba a la derecha a apretar las filas, el presidente español reunía a su consejo de ministros por primera vez con el ánimo de que no haya elecciones a medio plazo. Al menos, si aprueba ya las cuentas de 2020 como quien reposta antes de salir de viaje para hacer casi todo el trayecto de golpe. El problema para el portavoz de la formación popular es, en cambio, que la derecha está desunida. Como si la derecha sociológica unida no hubiera perdido jamás ante la izquierda. Que tampoco es que esté unida. La legislatura arrancó y el PP, atenazado por Vox, llama a la derecha a unir votos como quien sigue bailando un vals cuando el resto de la sala danza ya a ritmo de swing.