Una de las máximas del mundo editorial es que existe una correlación entre la cantidad de ejemplares impresos y la rentabilidad. Dicho de otra manera, cuantas más unidades de un libro se impriman, los costes son menores. En los tiempos en los que Amazon te sirve hasta en domingos a menos que le indiques lo contrario, una librería y una empresa editorial parecen haber roto -relativamente- con la lógica antes expuesta. Siguiendo la iniciativa de la neoyorquina librería McNally Jackson, la sevillana Isla de Papel ha instalado en su local una máquina que imprime libros bajo demanda. El aparato, al que han bautizado como La dragona, es capaz de encuadernar un libro de 300 páginas en siete minutos -para resultar rentable debe imprimir catorce al día-, seleccionado de entre las licencias que dispone. Este es un servicio que ya ofrece la empresa de Jeff Bezos, pero que trasladado a librerías -y con acuerdos de licencias con editoriales-, podría ayudar a que a un negocio jamás se le acabe una edición. "¿Tiene el último de Pepito Pérez?", sería una pregunta a la que en siete minutos se podría responder: "Aquí tiene su libro". Eso sí, habría que formular en qué lugar quedarán los trabajadores de pequeñas y medianas imprentas si esta idea se extiende, antes de abrazar el neoludismo.