la palabra felón siempre me ha sonado rara. Es un término que puede inducir a pensar cosas indebidas. Y ha cobrado protagonismo de nuevo en la votación de investidura de Pedro Sánchez, cuando el parlamentario del grupo vasco Aitor Esteban ironizó sobre la “irresponsabilidad” de su majestad Felipe VI para poner en su sitio a la alborotada bancada de las tres derechas y, de paso, justificar el voto de confianza del PNV a Pedro Sánchez, hoy ya presidente de un Gobierno en “crisis”, dicen sus detractores. ¡La que nos espera! Ya les digo, por cierto, que es más divertido ver intervenciones de Esteban en Youtube, sublimes algunas de ellas, que ver Gran Hermano, con todo lo entretenido que es. Pues como iba diciendo, descubrí el significado de felón hace ya unos años. Me avergüenza reconocer que fue viendo una serie de historia, titulada Reyes de España. Empezaba con los Católicos: tanto monta, monta tanto; y cuando llegué a finales del siglo XVIII apareció el que para muchos ha sido el peor de los Borbones: Fernando VII (1784-1833), el felón. No tiene desperdicio. Y sí, tuve que ir a mirarlo: felón o felona, aquella persona que comete felonía, es decir, que comete traición o un acto de deslealtad contra alguien. Por cierto, elijan bando, por si hay Guerra Civil.