Hoy debe ser el día H. Después de Santo Tomás, Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes, con su roscón, llegamos al 7 de enero y se pone punto final al concurso de atracones y certámenes de cocinillas que se organizan en la mayoría de las familias. Unos han comido, otros se han lucido y otros han fregado y recogido. Quizás hoy, pues, sea el día adecuado para comerse esas rodajas de plátanos hervidos que aparecen en todos los periódicos por Internet y que deben ser la quinta maravilla para la digestión o vaya usted a saber. La primera vez que vi los burbujeantes plátanos en una web me propuse no darle al clic, más que nada por llevar a la contraria a estos mensajes trampa, que nos absorben demasiado tiempo. Los veo cada dos por tres y sigo en mis trece. No quiero darle al clic. Pero, ahora, aturdida de tanta celebración, he empezado a dudar. Puede que los plátanos flotantes te arreglen el estómago de golpe. O igual nos hacen más inteligentes. O nos proporcionan otras cualidades mágicas. No lo creo, pero tampoco pierdo nada con pinchar. En estas estaba devanándome los sesos cuando me he dado cuenta de que en 14 días (solo) volvemos a las andadas con la fiesta de San Sebastián. Mejor, probaré los plátanos después.