desde que dejé de fumar hace una década ya no me planteo grandes propósitos para el nuevo año. Y es que con aquel tuve que adquirir otros cuantos, como hacer más deporte para no ponerme como un tonel. Pues eso, que ahora estoy aquí a ver qué se me ocurre como meta para este año 2020, qué raro se me hace escribirlo, y lo único que quiero es llegar al año siguiente. Para eso tendré que seguir cuidándome, haciendo deporte y comiendo sano. Y, mira por dónde, que vuelvo a la casilla de salida y a mis propósitos de hace diez años. ¡Qué poca emoción! Luego está todo en lo que no puedo intervenir pero que deseo sobre cualquier otra cosa, y lo que todas y todos queremos: seguir sumando años con tu gente, que no te falten la familia y las amigas y, sí señores, los compañeros y compañeras de trabajo. Que sigan donde siempre están, apoyándote y queriéndote aunque a veces no te aguantes ni tú. El paso a un año nuevo tiene eso: te da la oportunidad de pararte a pensar en lo pasado y, ¡qué demonios! de darte cuenta que aunque no tenías ni un décimo acabado en 0 en la Lotería de Navidad y echaste al Urumea 80 euros, tienes una suerte tremenda de estar donde estás y con quien estás. Y pese al pelín de resaca, menos cada año, brindo por ello.