al año nuevo no le pido nada, más bien le muestro mi gratitud por ser libre, tener trabajo y salud. No sé si pasan o pesan los años, pero con el tiempo todo parece más liviano cuando se deja a un lado el enorme peso de lo prescindible para disfrutar de lleno de la naturaleza, del frío, del sol y del mar. Pocas cosas hay más sanadoras que la charla con un buen amigo, y llegar a casa al abrigo del compromiso y las confidencias familiares. Liviano me siento y no descarto llegar al trabajo en bici hasta esos 65 años y diez meses en los que fijan ahora la edad de retiro (a saber cuando llegue el momento). Y seguiré leyendo y contando historias, cuidando de la azalea del jardín, que mira que la gusta el agua, del brezo, el ciclamen y todas las plantas que colorean este nuevo invierno. Los bulbos de los tulipanes ya están plantados y algunos asoman ya el tallo. En marzo, si todo va bien, explotarán en mil colores, junto a las calas cuyo verdor anticipa su floración. El nogal, en cambio, parece tocado de muerte con esos dichosos hongos. De momento seguiremos aprovechando las cáscaras de sus nueces para hacer búhos, recogiendo troncos y ramas de podas para decorar la casa, porque la naturaleza es vida también cuando muere.