No es de fiar

– A la hora de teclear estas líneas, el chisgarabís cósmico que atiende por Ramón Tamames todavía no había decidido si se prestaba a ser el candidato a presidente del Gobierno en la chorri-moción de censura presentada por Vox. Después de llevarme otro puñado de palomitas a la boca y carcajearme, les dejo anotado aquí que no me extrañaría nada una espantada del fulano. Lo conozco lo suficiente como para saber que es capaz de salir por cualquier petenera y, desde luego, de dejar tirados a aquellos con los que se ha comprometido. Me hace gracia, si se da el caso, que esta vez vaya a ser Abascal, pero basta revisar su amplia bibliografía para constatar que, a lo largo de sus casi noventa años, el individuo se la ha metido doblada a los más azules del SEU, a los tecnócratas del bajito de Ferrol, a Carrillo, a Adolfo Suárez y a cualquiera que se haya fiado de él.

Apuestas fallidas

– Si no fuera porque Hispanistán es el paraíso de la desmemoria, lo que resultaría sorprendente es que todavía haya quien considere a este precursor de Toni Cantó y similares como alguien digno de la menor consideración y/o respeto. Ah, bueno, sí, que estuvo en la cárcel durante la dictadura. Añado yo que junto a otro que tal baila, el enfant terrible Fernando Sánchez Dragó. Como me he tragado miles de tertulias ultramontanas con la presencia de ambos, sé que uno y otro se jactaban de haber tenido unos pasos por la trena de lo más confortables y, sobre todo, que porfiaban que jamás fueron comunistas. Se apuntaron al PCE, así de desvergonzadamente lo confesaban, porque los cálculos que a la postre se demostraron fatalmente errados les hicieron pensar que, muerto el inquilino del Pardo, los de la hoz y el martillo serían el partido hegemónico. Tras la bofetada en las primeras elecciones, Tamames siguió comiendo de las migajas de Don Santiago e incluso participó en la fundación de Izquierda Unida… hasta que hizo el doble tirabuzón para pillar cacho en el CDS de Suárez.

Ególatra

– Una vez comprobado que nuevamente había apostado a perdedor, siguió su camino al extremocentro cavernario de la mano de Jiménez Losantos, Amando de Miguel, José García Domínguez, Pío Moa y otros que en su día chapotearon en el más heavy marxismo-leninismo-maoísmo, a los que les une, amén de sus muchas lecturas (eso no se puede negar), una egolatría que se expande hasta el infinito. Y ahí es donde queda retratada la personalidad de quien, como presumió el otro día, pudo ser ministro de Franco y se plantea si termina su carrerón como tonto útil de la ultraderecha española.