No es por casualidad que coincidan los titulares de la prensa vascongada sistémica y antisistémica. Tampoco que tontos asalariados de entre ambas aguas salgan con topicazos de cinco duros y se cobren cuentas personales que creen pendientes solo porque pueden permitírselo. Esta peli, la del pifostio de la OSI de Donostialdea, ya la hemos visto. Es un calco del sindiós sobreactuado y lleno de mentiras gordas y verdades a medias de la OPE de 2016-17. Vuelve a tratarse de una cacería, pero no solo de la persona que ocupa el cargo más alto en el Departamento de Salud -entonces Jon Darpón; hoy, Gotzone Sagardui- sino de la sanidad pública vasca. Ese es el preciado objetivo.

Y lo es por una hueva de motivos concurrentes y no necesariamente coherentes entre sí. Nos encontramos a los que, sin más ni menos, hacen cálculos sobre los votos que piensan rascar a cuenta del deterioro de los servicios sanitarios del común de los mortales -ellos y ellas ya tienen sus igualas y sus mutuas privadas- y con quienes, sin desdeñar el objetivo político, pretenden cargarse el sistema público para que el que quiera curarse lo que sea tenga que pasar por caja. Todo ello, como ya dije ayer y vuelvo a repetir, aprovechando una situación en la que se mezclan reivindicaciones justas de personas de indudable honradez con hambre atrasada de venganza por medio millón de agravios reales o sentidos. La cuestión es que en la batalla comunicativa han cobrado ventaja (y mucha) las huestes atacantes. En buena medida, porque es muchísimo más fácil atizar sin razonar. Pero también porque la respuesta institucional vuelve a ponerlo a huevo.