A menos de tres puntos

– La alegría para Lula y sus seguidores no fue completa. De hecho, y aunque las sonrisas y el ambiente de fiesta fueron la tónica general de la noche de la primera vuelta electoral en Brasil, no era difícil intuir cierto resabio amargo. Es lo que ocurre cuando las expectativas se habían tomado como la realidad impepinable. Y esas expectativas daban por hecho que no sería necesaria la segunda vuelta porque el viejo líder renacido de sus cenizas conseguiría ganar por un 51% de los votos. No fue así. Se quedó a menos de tres puntos de la cifra mágica y, en consecuencia, deberá vérselas con Jair Bolsonaro dentro de cuatro semanas. El cacique de la ultraderecha populista ha resistido bastante mejor de lo que auguraban las encuestas. Ha cosechado 51 millones de votos, una cifra que lo sitúa en posición de pelear de cara a la batalla definitiva. Jugándosela a todo o nada, los seis millones de sufragios que le sacó anteayer su rival, el escenario está mucho más abierto de lo previsible.

Bolsonaro resiste

– La primera lectura de lo anterior es que acabar con Bolsonaro no es tan fácil. Y menos, con el bolsonarismo. De hecho, y aunque esto no ha salido en los titulares gordos, su partido ha ganado las elecciones legislativas y es ahora la primera fuerza en Congreso y Senado. De igual modo, los candidatos bolsonaristas se han alzado con la victoria en nueve de los comicios a gobernador (entre otros lugares, en Río y Sao Paolo), mientras que los afines a Lula han raspado cinco. Así que, incluso en caso de victoria del antiguo sindicalista, se encontrará con una enorme resistencia y una polarización social como no se recordaba, según subrayan los que conocen la realidad brasileña más allá de la medida docena de tópicos de rigor.

Desenlace abierto

– También dicen estos mismos analistas que la campaña para la segunda vuelta tiene que ser un borrón y cuenta nueva. Ambos candidatos, pero especialmente el que aspira a regresar al poder, no pueden centrarse en buscar el respaldo de los “suyos”. Esos ya les han votado. Serán los abstencionistas y votantes de las candidaturas marginales quienes decidan. Habrá que ir a por ellos teniendo en cuenta, como escribía otro politólogo, que, con estos dos púgiles sobre el ring electoral, importa mucho a quién quiere más el público, pero también, a quién detesta menos. Así que no demos nada por hecho. A un océano de distancia, nos parece increíble que un tiranuelo de manual que, para colmo, ha gobernado pésimamente, tenga opciones de repetir. Ya ven que las tiene.