ese a todos los esfuerzos que se han realizado en los últimos tiempos para reducir la brecha salarial de género, los datos muestran una fotografía que apenas ha sufrido cambios, con el consiguiente impacto negativo en las condiciones económicas de las mujeres y con la persistencia de un reparto de tareas familiares que sigue penalizando a ellas en sus carreras profesionales. Este asunto fue analizado ayer en el congreso sobre brecha salarial que organizó el Departamento de Trabajo y Empleo del Gobierno Vasco y que ofreció datos reveladores de esta desigualdad que ataca a la raíz de nuestra sociedad. En los últimos tres años, en Euskadi la diferencia de sueldos se ha reducido solo tres puntos, pasando del 22,6% al 19,5% actual. Este sonrojante desequilibrio se explica entre otras razones en el hecho de que el 25% de las trabajadoras lo son con contratos parciales, porcentaje que entre los hombres es de apenas el 5%. Pero además de por el mercado laboral, esta situación responde a razones de índole familiar, un ámbito en el que las tareas siguen recayendo sobre ellas pese a que las medidas de conciliación implementadas por las administraciones se dirijan tanto a hombres como a mujeres. Los estudios indican que la maternidad eleva la inactividad de ellas en doce puntos y que solo la tercera parte de las mujeres que tienen hijos trabajan a jornada completa. Un segundo factor y no menos decisivo vinculado a la familia es el del cuidado de las personas mayores, ámbito en el que las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de la carga, un trabajo oculto y no remunerado con una incidencia directa en sus pensiones de jubilación. La cruda realidad que dibujan todos estos datos es que el derecho de las mujeres a elegir su maternidad no ha acarreado ni igualdad salarial ni progreso profesional. Resolver este asunto es una prioridad de justicia social y democrática, pero es que además, ante el panorama demográfico que presenta Euskadi, debe encauzarse si no queremos que el rechazo a la maternidad, del que ya existen signos en nuestra sociedad, se convierta en una actitud generalizada entre las nuevas generaciones. Si por ahora no somos capaces de acertar con la tecla, al menos compartamos el diagnóstico del problema, una realidad ante la que no caben posturas negacionistas. l