penas unas semanas antes de que, hace cuatro años, una moción de censura descabalgara a Mariano Rajoy y al Partido Popular del Gobierno del Estado, nada hacía anticipar un final abrupto de su mandato ni el inicio de otro encabezado por el Partido Socialista que menor músculo había presentado para hacerse acreedor a ello. Pedro Sánchez supo ver el momento y acallar, con una jugada arriesgada pero afortunada, la contestacion interna que pudiera seguir ardiendo en el PSOE. En este tiempo hay que admitir, en descargo del presidente, que le ha tocado un escenario de completa excepcionalidad. Si al anterior presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, le aplastó la gran crisis financiera global, Sánchez ha tenido que convivir con dos años de pandemia inédita, con una crisis del modelo global de suministros que paraliza a medio mundo y con el impacto de un conflicto en Europa y su afectación a los costes energéticos en un modelo dependiente que se arrastra desde siempre en el Estado. El desgaste de gobernar en estas circunstancias es incuestionable y más si se añade el continuo tira y afloja entre ministros socialistas y de Unidas Podemos. La tormenta perfecta para que medre el populismo que alimenta el descontento sin claridad en modelos alternativos en lo económico, en lo social y en lo político. Sánchez no puede negar la fortuna de haber contado con aliados leales en los momentos de necesidad, que le han sacado adelante presupuestos y normas centrales para combatir los efectos de las crisis enumeradas. Proyectar más allá de este año sus posibilidades de seguir gobernando debería pasar por poner en valor esas lealtades y no someterlas a incumplimientos o a debates de corto recorrido con la expectativa electoral del próximo año. En Euskadi y Nafarroa, la tentación de las sucursales socialistas de marcar distancias de PNV o Geroa Bai con la mirada en las municipales, forales y autonómicas -en el caso de la Comunidad Foral- no debería llevar a pasarse de frenada, como viene ocurriendo con el secretario general del PSE, cuando implican rupturas de consensos con sus mayores en Madrid, como es el caso del respeto a los hechos nacionales diferenciales, o sus predecesores en Euskadi, en relación al desarrollo del autogobierno. l