or mucho que tanto el Partido Popular y su líder Pablo Casado como Ciudadanos trataran por todos los medios de evitar la foto unitaria con los representantes de Vox, la concentración de ayer en la plaza Colón de Madrid retrató de manera nítida la unidad de acción y la innegable connivencia de la derecha española con la ultraderecha, que, una vez más, ha salido ganando en esta estrategia de agit prop contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Si la protesta de 2019 en el mismo escenario motivada por el diálogo del Ejecutivo español con el Govern catalán dejó la imagen de Casado, Arrimadas y Abascal juntos y unidos en un mismo mensaje en lo que se acuñó como la foto de Colón, la de ayer contra los indultos a los líderes independentistas será recordada como la de la cruda escenificación de lo que puede ser el principio del fin del liderazgo del actual presidente del PP, absolutamente eclipsado tanto por su compañera de partido, la flamante presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como por el líder ultraderechista Santiago Abascal. Tanto es así que Casado incluso recibió abucheos por parte de un buen número de asistentes. Si algo mostraron las fotos de Colón de ayer es que el líder del PP debe elegir tras los sucesivos bandazos entre la moderación y el escoramiento a la derecha extrema. Sus coqueteos ideológicos con Vox, su blanqueamiento y sus acuerdos de gobierno no han hecho sino impulsar cada vez más a la ultraderecha e incluso ha asumido parte de sus principios, de su estrategia y de sus ocurrencias, trasladadas a las parcelas de poder que irresponsablemente le ha otorgado. Una manera de entender la política incompatible con los elementales principios democráticos. Hace apenas quince días, el nuevo líder de la CDU alemana y sucesor de Angela Merkel, el centrista Armin Laschet, dejó claro que no quiere “ningún tipo de cooperación, a ninguna escala” con la extrema derecha y añadió que no se debe “hablar, ni cooperar ni menos aún coaligarse” con estas formaciones. Casado está haciendo exactamente lo contrario. Unirse a Vox y agitar la calle junto a Abascal y sus extremistas seguidores, aunque intente esconderse de ellos, tiene consecuencias nefastas. Aunque no tiene sencilla la rectificación ante una pujante y radicalizada Ayuso, el PP debería regresar a la mesura y la moderación.