a ciudadanía vasca está convocada a las urnas dentro de quince días en unas elecciones al Parlamento Vasco trascendentales de cara al futuro próximo, marcadas sin duda por la pandemia de coronavirus que ha desencadenado una grave crisis sanitaria con resultados letales y consecuencias nefastas, aunque afortunadamente ya bajo control, y una no menos dura crisis económica que las nuevas instituciones que surjan del veredicto social deberán encarar con fortaleza, audacia y muchas dosis de innovación. El temor a los contagios pese a las medidas de seguridad adoptadas, el hecho -inédito y de algún modo insólito- de que las elecciones se celebren en pleno mes de julio -y, por tanto, en época tradicionalmente vacacional- y la desafección por la política -sobre todo, por la que prima la confrontación permanente, el insulto y la ausencia de diálogo y acuerdo entre diferentes- pueden provocar un aumento de la abstención que resultaría negativo a la hora de dotar de la mayor solidez y estabilidad posibles al nuevo Gobierno Vasco. De ahí que, lanzada la campaña, los partidos se afanen por movilizar a los electores, sabedores de la necesidad e importancia de estos comicios. No está en cuestión en ningún caso la legitimidad tanto de la convocatoria electoral, pese a los esfuerzos iniciales de la oposición, como de las instituciones que salgan de las urnas. Pero la delicadeza de la situación hace pensar que un voto masivo de la ciudadanía daría mayor robustez al nuevo Ejecutivo y blindaría la complicada toma de decisiones, facilitando también la aprobación de los correspondientes presupuestos necesarios para llevar a cabo las medidas adoptadas. El espectacular aumento del voto por correo, que se ha multiplicado por diez respecto a las anteriores elecciones vascas, y los resultados de las encuestas publicadas -que estiman el nivel de participación alrededor del 60%- no hacen prever que la abstención vaya a dispararse mucho más allá de lo que suele ser habitual. De la actitud y de los mensajes de los partidos depende, en gran parte, que la ciudadanía se comprometa también con su voto. La sociedad necesita ideas novedosas, propuestas, rigor en los planteamientos, actitud de diálogo y acuerdo y no -como por desgracia se ha visto en las últimas horas- enfrentamiento, provocación y agravio al adversario que alimentan la desafección o la indiferencia.