l escritor donostiarra Ramón Saizarbitoria acaba de soltar lo que cualquiera sabe, que "para muchos, el euskera es el idioma que hay que aprender porque da puntos en las oposiciones". Maider Etxebarria, candidata socialista a la Alcaldía de Vitoria-Gasteiz, ha llegado a parecida meta, pero con peor cara: "No soporto más la turra del nacionalismo con el euskera". Sea desde el lamento, sea desde el hartazgo, ambos reflejan un estado de ánimo muy conocido. No es mayoritario, pero sí muy significativo. Y, claro, podemos seguir creyendo que el mundo se divide entre quienes aman la llamada lengua propia y quienes la aborrecen, y expulsando del primer grupo a quien no comparta todos los mandamientos de la también llamada normalización lingüística. Y así nos va, y así nos seguirá yendo.

Uno lleva aquí años, seguro que demasiados para muchos de ustedes, opinando que el problema del euskera hoy no es que no se pueda hablar, ni que no se pueda aprender, sino el no haber logrado ser lo bastante atractivo para que la mayoría lo aprenda y lo hable. No es un requisito ideológico ni cultural; solo, y a veces, administrativo. Tiene, por supuesto, otros problemas, pero ese es el principal. Y podemos, de nuevo, ciscarnos en los gobiernos de todos los colores, y culpar a agramonteses o beamonteses -consulten a la chavalería, a ver qué piensa- pero este verano ¿cuántas familias enviarán a los niños a mejorar su inglés y cuántas a mejorar su euskera? Y, sí, se lo he puesto fácil, pueden responder que para turra estas líneas, y este careto. Pero luego tocará preguntarnos qué pasa, qué nos pasa. Igual es que simplemente no pasa nada. l