GEl relato es, según mi amigo Iñaki, lo más importante en el momento de comunicar bien sea un producto, un plato o un acuerdo político. Incluso tan importante, o más, que el propio producto, plato o acuerdo político.

Cuando uno intenta comercializar un producto nuevo, al menos en lo que a alimentación se refiere, en el momento de comunicar resulta clave que el producto tenga una historia, un relato con el que llegar a sensibilizar y emocionar al hipotético consumidor. Incluso hay asesores que, sibilínamente, te aconsejan, en caso de que el producto no tenga nada especial que transmitir, que te inventes un relato con el que envolver, cual celofán, el producto a comercializar.

Con el nuevo Gobierno español ocurre otro tanto. En primer lugar, tuvimos que escuchar el relato con el que justificaban la falta de acuerdo en las elecciones de abril. Posteriormente, nos dieron los detalles del nuevo relato sobre la idoneidad del momento para alcanzar un acuerdo entre las fuerzas de la izquierda y, finalmente, escuchamos el relato sobre las bondades del acuerdo programático y sobre la elección de los miembros (y miembras) del nuevo ejecutivo.

En lo que respecta al apartado agrario-rural, lo admito, el chasco ha sido monumental. Empezando por las personas y, dado que no es secreto alguno para mis lectores, creo que la reelección de Luis Planas como ministro de Agricultura es una pésima noticia para el sector primario, puesto que este político de amplio bagaje por Andalucía y por las instituciones europeas, en mi humilde opinión, es un político plano, sin arrojo, sin arranque, que diría mi madre, sin ideas propias y lo que es peor, un político que afronta las cuestiones con su perenne sonrisa pero sin entrar al tajo, sin pisar callo alguno, rodeando cualquier charco y ejercitando el noble oficio taurino, muy propio de su tierra andaluza, con unas bellas chicuelinas con las que manda los toros (problemas) al rincón del olvido.

Ya desde su entrada, tras la moción de censura a Rajoy, nos dejó bien claro que él venía a gestionar el status quo, mantuvo el mismo equipo de la ministra Tejerina (algo lógico al ser una legislatura ya comenzada) y, por lo que me cuentan los mentideros (o mentidores) de la capital, actualmente trabaja sobre la idea de continuar con el mismo equipo y sobre parecidas ideas o líneas de trabajo.

En definitiva, por muy gobierno de coalición que sea y por muy progres que sean sus compañeros de fatigas, que nadie espere revolución o revolcón alguno del Palacio de Atocha (sede ministerial). Aún así, les relato, no vayan a creerse ustedes que son ellos los únicos que poseen relato, que me encantaría errar en mis previsiones. Ya lo iremos viendo.

Pues bien, como decía el relato es, al parecer, lo realmente importante en estos tiempos de la sobreinformación, donde se sitúan al mismo nivel y se mezclan, intencionadamente, estudios científicos rigurosos, con mensajes publicitarios, engaños llamados fake news, etc.

En estos momentos de tanto tuit y guaxap de marras es cuando resulta invisible o imperceptible el mensaje de alarma que nos lanzan los ganaderos de vacuno lechero de nuestro país, un grito desgarrador puesto que la cadena alimentaria, o sea, la distribución y/o la industria transformadora, les tienen amarrados a la pata de la vaca, con un exiguo halo de oxígeno que imposibilita sacar adelante sus familias, con un sistema de organización similar a la integración pura y dura y lamentablemente, sin espacio alguno para el futuro de los más jóvenes.

El relato real y realista del sector vacuno lechero estatal es una cadena alimentaria donde las órdenes van de derecha a izquierda (distribución - industria - productores), de arriba a abajo y la consecuencia más palpable es el cierre continuado e imparable de explotaciones.

En 2019 se cerraron dos explotaciones al día en el Estado español, sin apenas incorporaciones en las ya activas, sin nuevas aperturas de cuadras y, lo que es más llamativo, una inquietante concentración de la producción en megagranjas, ubicadas en la cercanía de las industrias a proveer.

En ellas, el patrón será el jefe de compras de la industria y/o de la cadena de distribución correspondiente y los ganaderos familiares serán sustituidos por empleados, principalmente foráneos, fácilmente prescindibles cuando el contrato firmado con la industria y/o distribución no se cumpla según lo previsto.

Este es el relato, en lenguaje soez si quieren, hablando pronto y claro, de lo que está ocurriendo en nuestro sector lechero por lo que deberemos resetear el relato y deberán ser los propios ganaderos, en combinación con asociaciones de consumidores y otros colectivos, los que construyan un relato.

Este debería apelar al consumidor que aprecia y prefiere la leche producida en explotaciones familiares, sostenibles, diseminadas y repartidas por todo el territorio que garantizan la permanencia de la población de los pueblos frente al modelo que nos quieren imponer donde, como decía, la producción se concentrará en cuatro megagranjas, con importantes efectos medioambientales y donde la mano de obra está desarraigada del territorio.

El consumidor, por su parte, deberá obligar a la industria y a la distribución a que se retraten para que le comuniquen, verazmente y con total transparencia, el tipo de explotación de la que procede la leche que le ofertan.

En definitiva, los ganaderos, del mismo modo que hacen algunos políticos, deberán contratar asesores que definan la estrategia y perfilen su relato en favor de lo que ellos hacen hasta el momento porque, de lo contrario, se cerrarán las cuadras y el consumidor deberá conformarse con el relato sobre lo que fue pero ya no es.