spaña, por primera vez desde el año 2008, supera los 20 millones de ocupados. Pero, ¿son ocupados o preocupados? Y es que llevamos ya años en los que hemos normalizado en algunos sectores al trabajador de usar y tirar. Al que le dijeron eso de lo tomas o lo dejas. Son gente con curro, pero que ve que pese a ello no se cumple lo prometido y no deja de ser pobre. Son los que sobreviven con apoyos familiares, rentas sociales, o con una visita al mes al Banco de Alimentos. El mandamiento neoliberal lleva años dictando que para crear empleo no solo no hay que subir los salarios, sino que algunos, por aquello de la competitividad, deberían bajar. Pero en gran medida ni se está creando más empleo ni parece que el que se crea pueda llamarse así, viéndonos obligados a hablar de "empleo de calidad", conscientes de que el empleo a secas, a más de uno, le deja seco. Quizás por ello vivimos en la paradoja de que pese a tener un alto desempleo los empleos vacantes no se cubren. En EEUU hay diez millones de puestos vacantes, en Alemania 400.000, en Francia 300.000 y en España 120.000. Incluso en tierras americanas, se disparan las renuncias, esto es, el número de personas que abandonan sus "empleos", en lo que se ha venido en llamar "la Gran Renuncia", o "la Gran Resignación". Personas que creen que no merece la pena trabajar en ciertas condiciones. Y el problema no es solo económico porque el empleo no solo ha sido el pilar de nuestra economía de bienestar, sino también de la democracia, reconociéndonos como ciudadanos más por ser trabajadores y consumidores que por ser votantes. Así, cuando el empleo no te permite nunca llegar a fin de mes ni sentirte trabajador sino más bien siervo, o te impide crear una familia o estar con ella, puede que estemos jugando con fuego y, entonces sí, puede que tengamos, ciertamente, un reto con el que preocuparnos y ocuparnos.