a semana pasada el Eustat nos regaló un interesante estudio sobre el reparto de las tareas domésticas y de cuidados entre mujeres y hombres. Las mujeres asumen en Euskadi el 67% de estas tareas, duplicando el que hacemos los hombres. Entrando en más detalles, las mujeres se comen el 65% de las tareas de educación y cuidados de menores, personas mayores y enfermas, el 83% de las actividades relacionadas con la ropa, el 69% con la comida y el 62% con la casa. Si eres hombre, te animo a que vuelvas a leer detenidamente los datos. Pese a no ser, desgraciadamente, inesperados, son demoledores. Y es que no hablamos de los tiempos de la dictadura franquista, cuando las mujeres no podían trabajar sin el consentimiento de su marido, o abrir una cuenta bancaria. Hablamos de datos de 2018 que, por si fuera poco, son peores que los del estudio anterior de 2013. Para mi sorpresa, solo un 18% de las mujeres que trabajan se muestran insatisfechas con este reparto. Por el lado de los hombres, casi el 75% estamos satisfechos. ¡Nos ha jodido! como para no estarlo.

Ayer, 8 de marzo, calles, plazas, medios de comunicación y redes sociales se llenaron de demandas en favor de la igualdad en un, aparentemente, consenso generalizado. ¿Dónde estábamos los hombres? Muchos, menos de los necesarios, compartiendo espacio en una concentración, o al menos, empatizando con las reivindicaciones. Pero ya no basta con solidarizarnos como si este problema fuera algo solo de "ellas". Esta desigualdad se da a diario y ante nuestros ojos, también, en nuestras casas, siendo los hombres, al menos a la vista de los datos, una mayoría, sus autores materiales e intelectuales. Deberíamos sentir vergüenza y ponernos las pilas ya. El reto empieza hoy, 9 de marzo, porque no puede ser que el de ayer fuese el día de la mujer y los otros 364 del año, los del hombre.