sto del virus no es nuevo para la humanidad. Ahora nos toca el COVID que ya hemos aprendido que puede ser letal y, sobre todo, que es facilísima su propagación. Así que estamos a tope buscando una vacuna aunque sería mejor no mirar tanto al futuro y centrarnos en gestionar el presente, aceptando que este virus, hoy no lo podemos eliminar, pero sí evitar y controlar. La nueva normalidad nos exige compromiso con la prevención, celeridad en la identificación y aislamiento de los casos. Las personas con secuelas y las que han perdido un familiar, sienten un dolor inmenso que debemos respetar. Es momento de acompañarles para que, sin olvidar lo ocurrido, recuperen las riendas de su vida y no las cedan al resentimiento y, menos aún, a los que quieren aprovecharse de este. Por último, tenemos que aplicar la prevención no solo a corto plazo, sino también a largo, para que no volvamos a vernos en una de estas.

Si cambias virus por violencia contra el que piensa diferente, verás parecidos razonables entre la pandemia y la que ha sido la mayor enfermedad ética de nuestra historia reciente. Eso sí, incluye todas las formas de esa violencia y no hagas trampas como los que solo ven ETA y no la tortura, o los que culpabilizan de todo al Estado y olvidan asesinatos, persecuciones, secuestros o extorsiones de aquella. Claro que todo no es lo mismo, y cada violencia requiere su análisis, pero todas fueron graves violaciones de Derechos Humanos y generaron víctimas injustas. En la nueva convivencia, algunos pocos siguen amparando la violencia con pintadas, homenajes o declaraciones a los medios. No perdería el tiempo en discutir con ellos. Como el COVID, este virus moral nos obliga también a identificar estas ideas para aislarlas evitando contagios, aprender para no volver a repetir y, cómo no, honrar a las víctimas. A ellas sí, agur eta ohore.