Así, de primeras, no es nada sencillo explicar qué es lo que hoy y mañana celebramos. En teoría es una fiesta cristiana y de las importantes. Sin embargo, salta a la vista que es una minoría la que se reunirá hoy para cenar en una mesa por este hecho. Los pueblos mantienen lo de tener un belén y las cabalgatas pero, bajo esa escenificación, el relato religioso está casi desaparecido de estas fiestas. Por ello, para muchos son días solo de puro consumismo. No les falta razón pero tampoco diría que son solo eso. Si hay algo de estas fiestas que, para muchos -me incluyo-, aún las hacen ser unos días especiales, es que nos ofrecen una oportunidad para encontrarnos con la familia y los amigos en clave de celebración. Son una excusa perfecta para compartir mantel con ese tío al que casi no ves a lo largo del año, o echar un partido de cuadrilla y luego irte a comer, o tomar un vino de más con ese vecino con el que solo te saludas en el ascensor. Hasta en el caso de los que ya no están, estos días pueden ser ocasión para el entrañable recuerdo y no solo para la fría ausencia. Y es que en esta vida en la que vamos a un ritmo de locos no está nada mal eso de darnos un par de días de fiesta, así, en mayúscula, para parar un poco y celebrar la familia, la amistad y el encuentro con otros, a fin de cuentas. Si hay algo que nos ha hecho ser especiales frente al resto de especies es nuestra capacidad para ese encuentro con otros y para, incluso, siendo desconocidos, emocionarnos cantando juntos en la plaza del pueblo un villancico. Ahora que hemos hecho de la vida algo tan complicado y en la que para ser feliz nos exigimos tener tantas cosas o lograr tantos objetivos, el día de hoy y el de mañana pueden ayudarnos a percatarnos que, pese a todo, seguimos siendo muy humanos y de que sentirnos queridos por familiares y amigos nos emociona como nada en la vida. Eguberri on! l