El último Deustobarómetro nos diceque la inmigración es el sexto problema más importante en Euskadi, porencima de la vivienda o las desigualdadessociales. Si la percepción de los temas essiempre fundamental, en el caso de la inmigración, aún lo es más. Creemos que haymás personas inmigrantes que las que realmente son (un 7,8% de la población) y tendemos a etiquetarlas a todas, sin distinción,como problema, así a lo bruto. Es en esterelato donde ya vale todo: vienen a aprovecharse, traen enfermedades o terrorismo. Larealidad lo desmiente pero, ¡ay amigo! Si loshechos nunca tuvieron mucha importancia,hoy y para este tema, aún menos. Desde undesconocimiento bienintencionado se repiteeso de “deberían venir y quedarse pero legalmente”. Incluso el Gobierno español alimenta ese discurso que sabe que es, salvo excepciones, mentira. Acceder a España de formalegal es casi imposible. No debería sorprendernos que se jueguen la vida para entrar.Menos aún que gracias a los muros legales yfísicos, surjan las mafias como el nuevomercado de esclavos del siglo XXI. Renovarlos permisos es otra tarea titánica donde sepiden duraciones de contratos o ingresoseconómicos que ni siquiera los aquí nacidostienen. La España que hace gala de su hospitalidad para con los millones de turistasextranjeros ofrece su más beligerante hostilidad a aquellos que, siéndolo también, loscalifica como “inmigrantes”. Un pueblo deemigrantes como el nuestro debería entender el derecho de las personas a buscar unproyecto de vida mejor como lo hicieronnuestros antepasados por hambre o exilio.Pero si esta empatía es mucho pedir, siendouna sociedad envejecida y sin niños, porpuro egoísmo, al menos, deberíamos preguntarnos si ver la inmigración solo comoproblema y no como una oportunidad, consus complejidades, pero oportunidad, no espegarnos un tiro en el pie.