on un importante respaldo popular (miles de personas participaron el pasado sábado en la manifestación convocada por EH Bildu bajo el lema Lortu arte. Euskal Herria de libres e iguales), la coalición defendió construir un "bloque histórico para un "nuevo liderazgo en el país" que impulse una "nación soberana e independiente". Y concretó el objetivo de ese bloque en poner en marcha "un nuevo liderazgo en el país", un liderazgo "renovado" que actúe "sin complejos" con el fin último de construir una "nación feminista, socialista, ecologista, igualitaria, independiente y soberana". Para todo ello reclamó el "estatus político, económico, cultural e institucional" que a su juicio merece "la nación vasca".

La izquierda abertzale ha planteado lo que define como una "vía vasca" hacia la independencia de "Euskal Herria" desde la unilateralidad, basada en el derecho a decidir. ¿Cómo se llega a este planteamiento de discontinuidad histórica, de alteración unilateral del estatus vigente, y cuál es el origen de esta estrategia?

Más allá de la propuesta de creación de un Estado vasco de "libres e iguales", queda abierto el debate más importante: el relativo al modelo de sociedad, de país, de educación, de ciudadanía, de lengua, de cultura, de identidad, de sistema industrial, de andamiaje institucional, entre otros ámbitos troncales.

El denominado derecho a decidir de la sociedad vasca ha de ser punto de encuentro, no de ruptura. Frente a los vetos y a las imposiciones hay que construir y trabajar, de forma seria, argumentada, profesional. Habrá, en medio del debate político, quien quiera plantear éste como una estrategia de división. Para unos todo avance o profundización sonará a "aventura soberanista"; para otros no será más que juegos florales u ornamentales, sin relevancia. La clave del trabajo a realizar para lograr un gran consenso, plural, inclusivo y con aportaciones de todos radica en la metodología: un debate abierto, donde todas las posturas, sin exclusión, pueden tener expresión y defensa, a través de una ponencia parlamentaria, seguida de una seria y rigurosa reflexión académica y de un Congreso de nivel internacional deberá conducir a un texto anclado en bases sólidas, no en meros eslóganes o en principios retóricos.

Tener aspiraciones (individuales o colectivas) no es tener per se derechos. Creemos, con demasiada frecuencia, que es un valor positivo jugar en clave de país al todo o nada. Aspirar lícitamente a la independencia y no admitir la necesidad de avanzar pautadamente conduce finalmente al inmovilismo en las aspiraciones políticas. La era del populismo debe dejar paso al trabajo de verdad a favor de la construcción nacional, de mayores cotas de autogobierno. Lo contrario es huir del necesario realismo político. Y es perfectamente compatible con el fortalecimiento de nuestra ilusión colectiva: un proyecto político de futuro como pueblo, como nación, con el que aspirar a un nuevo esquema de desarrollo nacional en el entorno europeo con mayores y más efectivas cotas de autogobierno, buscando alcanzar el máximo consenso social posible.

Vivimos en la era de la posmodernidad y necesitamos renovar las viejas y desfasadas concepciones políticas. El frentismo conduce a la involución. Y el paso previo al entendimiento es la exposición razonada de nuestros objetivos y retos como nacionalistas. Frente al discurso hueco, retórico y vacío de contenido, la coherencia y la profundización en nuevas y modernas técnicas y tácticas de autogobierno es la ruta a seguir para renovar la confianza con la sociedad vasca.