El contexto de esta nueva jornada electoral viene marcado por un clima político tenso, un escenario político especialmente polarizado en torno a los dos bloques ideológicos que a su vez han agudizado sus respectivas tensiones internas: todos han peleado contra todos, ad intra y ad extra. ¿Y nuestra dimensión vasca?

Esta nueva cita electoral nos interpela de nuevo en dos claves: desde Euskadi debemos este domingo aportar una muestra más de nuestro compromiso con la democracia y llenar las urnas de sentimiento, de emociones y de dignidad democrática. La cita electoral ha venido marcada, una vez más, por la polarización ideológica y por la preeminencia mediática de altisonantes y beligerantes discursos, centrados muchos de ellos en la falsa doctrina del agravio y del privilegio en referencia a nuestro singular sistema de autogobierno.

Para los partidos que representan opciones que devinieron perdedoras en las anteriores elecciones generales, ¿hay realmente oportunidad de lograr convencer y reconquistar la confianza de los electores en tan poco espacio temporal?; ¿cabe proyectar sin más los resultados de esos anteriores comicios a esta nueva convocatoria previendo una suerte de mimetismo electoral?

La pregunta clave es cómo lograr que tanta beligerancia discursiva deje paso al necesario ejercicio de moderación, responsabilidad, sensatez y sentido común que la política y la sociedad necesitan. El riesgo de una involución democrática está más presente que nunca y la sociedad vasca optará hoy también por dar el liderazgo político con su mayoritaria representación en las Cortes a aquellas fuerzas políticas que priorizan el dialogo, el pacto y la moderación como base del ejercicio responsable de la política.

Como sociedad vasca debemos estar por encima de este tipo de pirotecnia política, debemos dar una lección de cordura y de sensatez democrática y desplazar hacia la insignificancia política a quienes pretenden romper puentes en el siempre delicado edificio de la convivencia entre diferentes.

¿Votará la ciudadanía pensando en clave de bloques?; ¿se hartará de tanto abuso dialéctico?; ¿se logrará movilizar a quienes no sienten la pulsión democrática de participar en un momento tan crítico para el futuro de la convivencia?; ¿se dejarán llevar por la efervescencia emocional de discursos tan enfáticos como excluyentes?

Son demasiadas preguntas sin respuesta, pero lo que hoy dictará sentencia será, una vez más, el veredicto de las urnas. Llenemos esas urnas de votos, somos el verdadero contrapoder democrático.