rremetía anteayer Eneko Andueza contra el PNV, acusando al partido de Andoni Ortuzar de falta de lealtad, aunque sin concretar nada. Extraña manera de incriminar. La cuestión podría ser grave si el propio secretario general del PSE no se hubiera empeñado en meterse tan obsesivamente con su socio desde el mismo momento en el que fue elegido, convirtiendo su permanente queja en materia fija de cualquier entrevista que concede, de cualquier declaración que realiza. Pero es tal su empecinamiento, que termina por perjudicarse a sí mismo y a su partido. Termina por ser irrelevante.

Resulta difícil asomar la cabeza siendo la parte minoritaria de un gobierno de coalición y no ser además víctima de los excesos del socio mayor. Que se lo pregunten a Podemos en muchos sitios, a Ciudadanos en Andalucía o a Geroa Bai en Nafarroa. Por ejemplo. Es por ello lógico que los dirigentes socialistas de la Comunidad Autónoma Vasca traten en este nuevo ciclo de buscar fórmulas para hacerse respetar más y marcar su territorio mejor. Pero acertar en el diagnóstico no siempre supone atinar en las fórmulas que se eligen para subsanar el problema.

Ciertamente, pueden tener parte de razón en algunas de sus protestas; es más, creo que la tienen. Pero deberían evitar que el secretario general sea cada vez más identificado como el señor de las pataletas. El máximo líder de un partido no debería ser tan cansino con tamaña cantinela; debería ser más selectivo con los aldabonazos. Además, para eso ya están otros. Yendo de berrinche en berrinche consigue no pocos efectos negativos: para empezar, se solapa a sí mismo y difumina el resto de su actividad; además, transmite cierta imagen de impotencia y patetismo. Debería reflexionar si el perfil que, por ejemplo, transmitió el martes y el miércoles le beneficia en algo. Aunque tenga, a veces, bastante razón.