nda el patio revuelto a raíz de la decisión de Kutxa Fundazioa de clausurar en 2023 el actual equipamiento Eureka Zientzia Museoa. Tiempo habrá para abordar la cuestión con más detenimiento aunque, a botepronto, a uno se le hace difícil ocultar su sorpresa y desazón. Lo que nos trae hoy aquí es la pelotera que se ha armado en torno al papel que jugaron unos y otros en el seno del Patronato de la entidad a la hora de abordar el Plan Estratégico 2030 que, según nos cuentan, da cobertura al polémico acuerdo. Sobre todo los representantes de las fuerzas políticas que se oponen a lo anunciado el pasado viernes.

Lo que nadie discute es que el citado Plan fue aprobado por unanimidad. A partir de ahí, caben principalmente tres explicaciones. La primera, que quienes elaboraron y presentaron la propuesta ocultaran a parte de los patronos las verdaderas intenciones, de tal manera que cuando estos votaron afirmativamente no sabían que se impulsaba el cierre, el traslado y la reformulación del espacio. La segunda, que los citados patronos anduvieron descuidados en la labor de control y seguimiento que tienen asignada. La última, que han cambiado su posicionamiento una vez vista la reacción de parte de la sociedad. Sea cual sea la interpretación correcta, las tres causan preocupación.

Resolver el enigma -dar y quitar razones- no parece difícil. Bastaría con que la ciudadanía tuviera acceso al contenido concreto del proceso de reflexión realizado en el seno de la entidad y del Plan Estratégico aprobado por unanimidad. Debido a la naturaleza de la institución es de suponer que esto último terminará por hacerse, pero, dadas las circunstancias, sería deseable agilizar tal cometido. Y es que, como en tantas otras cuestiones, la solución está en los papeles. O en las pantallas, perdóneseme el arcaísmo.