a la espera de lo que suceda en la segunda vuelta, pocas dudas caben de que una de las grandes triunfadoras del domingo pasado en las elecciones departamentales de Iparralde fue la coalición abertzale de izquierdas EH Bai, tal como nos lo ha contado en este diario Franck Dolosor. Sus éxitos en las urnas hace tiempo que dejaron de ser solitarias golondrinas que no hacían verano, para convertirse en la inequívoca muestra de un crecimiento que parece no tener techo.

Superadas dolorosas divisiones, las personas que conforman la coalición han sabido atraer a sectores importantes, rompiendo para ello la eterna reticencia que existía en no pocos de ellos hacia la etiqueta abertzale. Su acertada estrategia de ensanchar el espacio tuvo su máxima expresión en el brillante resultado del año pasado, cuando llegaron a alcanzar alcaldías que hasta hace poco eran impensables. De hecho, las discusiones internas que hubo en su seno sobre qué hacer respecto a Jean-René Etxegarai ante la reelección de este como presidente de la Mancomunidad de Iparralde lo fueron por eso que podríamos calificar como crisis de crecimiento. Bendita crisis.

Frente a ellos, los jelkides no consiguen asomar la cabeza. Su escasa implantación y la permanente rotación de sus dirigentes son factores que explican las dificultades para tener presencia y su obligada tendencia a apoyar -e integrar- otras candidaturas, no siempre de manera acertada. Además, acontece en Iparralde un fenómeno que, siendo positivo para la causa, no lo es para el partido de Peio Etxeleku como tal. Y es que en un espacio social que podría ser de siembra para ellos, se ha producido la consolidación de líderes como el citado Etxegarai y el giro hacia el vasquismo, llamémosle así, de muchos políticos locales de los tres territorios.

Definitivamente, en Iparralde están sucediendo muchas cosas durante los últimos años. Incluso con dificultades como las que reconocen en la parte más poblada de Lapurdi, el gran avance de EH Bai no es la menos importante de ellas.