omencemos por una perogrullada: la probabilidad de cometer errores es directamente proporcional a la cantidad de decisiones que deban tomar las personas. La llegada de la denominada cogobernanza ha situado al Gobierno Vasco al mando de decisiones hasta ahora en manos de Madrid y, ciertamente, ha patinado en algunas de ellas. Ha errado en su gestación, en su decisión y en su comunicación.

Tengo para mí que ha sido el acelerado deseo de tomar la iniciativa lo que ha motivado esta trompiconada dinámica de los días pasados. Lejos, por lo tanto, de rocambolescas teorías sobre acuerdos y amaños, aunque, ciertamente, algunas de estas han calado en parte de la ciudadanía. Es por ello por lo que no debe sorprender la confusión de mucha gente. Tampoco su enfado.

Dicho lo cual, debemos perder la ilusión de pensar que con otras decisiones diferentes la oposición hubiera sido más condescendiente con el Gobierno de Gasteiz y el lehendakari Urkullu, diana de innumerables ataques haga lo que haga, diga lo que diga. Y es que durante esta pandemia hemos visto a dirigentes políticos exigir un día medidas más restrictivas y otro criticarlas por demasiado limitadas, todo ello sin sonrojarse. También a quienes insisten en fustigar el Gobierno Vasco y su principal partido por medidas adoptadas por el Gobierno de Madrid o pactadas con él. Alguien debería recordarles que ellos mismos forman parte de aquel Gobierno.

Dicen que fue Séneca quien afirmó que errar es de humanos, segunda obviedad. Otros completaron tal afirmación con reflexiones más precisas: Cicerón aseveró en una de sus filípicas que solo el ignorante persevera en el error; por su parte San Jerónimo escribió que admitir el error es propio de gente prudente y San Agustín que es diabólico permanecer en el error por orgullo. Esperamos que en Gasteiz asuman estas máximas, tal y como lo han hecho en otras ocasiones. Sería también deseable que el resto se aplique el cuento. Falta les hace.