el apoyo a EH Bildu de personalidades como Gemma Zabaleta, Javier Madrazo o Daniel Arranz ha supuesto sin duda una buena noticia para la coalición en vísperas electorales, aunque hay quien opina que este tipo de manifestaciones no dejan de tener un alcance limitado, como se pudo comprobar, por ejemplo, en las pasadas elecciones municipales de algunas capitales vascas, donde hubo iniciativas similares.

Pese a que personas con excesiva facundia e ínfulas intelectuales lo explican haciendo referencia a hegemonías, núcleos irradiadores y sectores aliados naturales, la cosa es mucho más sencilla de describir: se trata de atraer a cada vez más personas que apoyen un proyecto político y se impliquen en él. Es lo que está haciendo con éxito la izquierda abertzale y también lo que con no menos acierto continúa labrando el jelkidismo desde hace más de un siglo, desde que aquellos primeros carlistas y liberal-fueristas euskalerriacos se sumaron a su movimiento. No se nos ocurren otras maneras de crecer.

Sin embargo, al parecer no toda nueva incorporación merece la misma consideración para cierta gente. Operan determinados aires de superioridad que sentencian cuál es el nuevo apoyo que vale y cuál es el contaminado. Desde que Arnaldo Otegi dictó aquello de que el PNV estaba creciendo a base de voto dopado que no era compatible con un proyecto abertzale, la metáfora ha tenido éxito en un sector de la sociedad que no se cansa de repetirla, despreciando con preocupante altanería la libre decisión de miles de ciudadanos.

Diríase que la adhesión de nuevas gentes a los proyectos políticos es encomiable o despreciable en función de su destino, de tal manera que todo un ex gobernador civil otrora llevado a tribunales con graves acusaciones puede ser merecedor de una ferviente bienvenida, pero un simple exvotante popular puesto bajo sospecha. O un antiguo consejero que recibió palos por doquier durante décadas puede ser lisonjeado y transformado en respetable estadista por arte de magia. Es envidiable la suerte que tienen algunos con sus redentores.