Vista con perspectiva, la nueva disputa entre las principales familiasabertzales con motivo del nuevoestatuto no se diferencia en exceso de lo queaquí ha sucedido desde Txiberta. Aunque encoyunturas absolutamente diferentes, sesuceden argumentos, justificaciones yreproches, que suenan a veces manidos enexceso. Cada uno de nosotros puede valorarquiénes ?y cuánto? han acertado en diagnósticos y decisiones durante estas décadasy quiénes ?y cuánto? han debido moversemás desde sus planteamientos iniciales.

Siguen los unos enarbolando la bandera delrealismo, del gradualismo y de la estabilidadcomo seña de identidad. Sin renunciar a losobjetivos que les vieron nacer, realizan en labúsqueda del llamado encaje, ejerciciosde contención que a algunos nos parecendeterministas en exceso. No siempre es inútil emprender un viaje aun sabiendo que nose llegará al destino. A veces resulta inclusonecesario.

Los otros realizan formulaciones ciertamente más ambiciosas, que en el momento pueden reconfortar y alentar más, pero queadolecen de una falta de respuesta sobre lossiguientes pasos a emprender ante la másque previsible negativa de Madrid a unapropuesta presentada en esos términos.Carecer de alternativas factibles que se escapen de la mera retórica debilita y resta credibilidad a cualquier apuesta.

En el fondo subyace el análisis sobre lo queel pueblo, la sociedad, la ciudadanía ansíaaquí y ahora. Los que anhelamos otro vigorpodremos lamentarnos ante la situación,valorar los porqués de que esto suceda yhasta emprender búsquedas de culpables,pero la triste realidad es que lo que en otraspartes del mundo ?no solo en Cataluña? dapara tsunamis, aquí no alcanza ni paragalerna, tal vez para una brisa. Por cierto, notan triste realidad para muchos, tambiénhay que reconocerlo.