la encantadora y mágica tropa de Paolo Vasile, maestro del emporio Mediaset, había patrocinado y publicitado a tope el nuevo invento televisivo de First dates crucero como la sensación de la temporada, vaticinando éxito y albricias por adelantado para el equipo comandado por Carlos Sobera que se comportan como maniquís manejados a distancia. La primera entrega en la noche del lunes, tras la emisión del habitual capítulo de First dates, resultó un auténtico chasco para los que esperaban con expectación esta nueva escalada de telebasura que el italiano maneja con suma habilidad.

Cambiar el plató controlado de un programa de tele y sustituirlo por cubiertas, pasillos, camarotes y otras dependencias de un crucero como espacio para que surja el amor entre los invitados al crucero, tienes riesgos de mala fotografía, deficiente iluminación, y otros fallos de enfoque. Estos programas de telerrealidad exigen un excelente trabajo de casting para seleccionar las piezas adecuadas que den juego y mantengan el tipo antes las cámaras.

Un jovenzuelo de setenta tacos enamorado hasta las cachas de una vecina nudista de playa canaria, o la moderna donostiarra que quiere un tipo que le de caña, y no el muermo que le han colocado los guionistas en su paseo marinero. O una pareja de hermanas encendidas como la hoguera de San Juan, o un joven macho alfa que desprecia la independencia de una jovencita que busca pasta, sexo y amor.

Estos son algunos de los numerosos personajes que aparecerán a lo largo del marinero viaje. Una decoración de plástico y pvc, unas historias sin consistencia, escaso interés en un ejercicio de tele cute y más conocida que el TBO. Otro producto infumable de Cuatro, que suma una nueva experiencia de cutrerío mediático, que difícilmente funcionará porque se ha construido el programa como una propuesta veraniega que seguro conseguirá hacer potente campaña publicitaria de campanillas a favor de las vacaciones en crucero por el Mediterráneo. Mega cutre.