E l impacto que las personas que ostentan el liderazgo tienen en cualquier colectivo, organización o país suele ser más que relevante en el devenir social y económico del mismo. Parece probado que el estilo de quien o quienes están en los escalafones de arriba se traslada hacia debajo de forma irremisible. Sin embargo, creo que apenas se pone el foco en la responsabilidad de los colectivos no sólo a la hora de elegir o hacer que determinado liderazgo ostente el poder, sino en su capacidad, influencia u omisión para que ese liderazgo se ejerza de una u otra manera.

La historia nos enseña que independientemente de quien ostente el poder, es el comportamiento, acción u omisión de los colectivos lo que hace que ciertas iniciativas o planteamientos prosperen o queden en saco roto. Es por ello que lo verdaderamente determinante, al margen de quien esté arriba, sea el grado de madurez de las personas destinatarias de toda iniciativa o política. En este sentido, las lecciones que nos da la historia son aplicables tanto al ámbito empresarial, social y político.

Podríamos comenzar diciendo que a lo largo de los tiempos el populismo y la demagogia han prosperado explotando cierto tipo de discurso como forma de adquirir el poder, usurparlo, cuando no en aprovechamiento de las leyes y normas en beneficio de pocos.

La argumentación del profesor de Yale Timothy Snyder resulta reveladora cuando afirma que el fascismo y el comunismo fueron, entre otras cosas, una respuesta a la globalización y a las desigualdades que ésta iba creando, unida a la incapacidad de los sistemas democráticos para solventar dichos problemas. En este sentido, el fascismo rechazó la razón obviando datos objetivos en favor de un mito abstracto, e interpretando la globalización como el resultado de una gran conspiración contra la nación patria. En otro plano, el comunismo se gestó a través de la disciplina de un partido único que contaba con el monopolio de la razón, bajo un propósito de guiar a la sociedad hacia un futuro idílico de igualdad y buenismo. ¿Os suena?

¿Cómo llegaron al poder estos estilos de concebir el mundo que terminaron en lógicas dictatoriales? ¿No fue éste poder concedido por los colectivos de forma gratuita, o mediante una obediencia anticipada?

Por centrar el término, la obediencia anticipada consiste en adaptarse sin demasiada consciencia a una nueva situación sin comprender ni reflexionar en las implicaciones de dicho cambio. Investigaciones y experimentos famosos como los de Phil Zimbargo o Stanley Milgram sugieren que ante un nuevo contexto, las personas son muy receptivas (hasta para herir o matar a otras) si entienden que están al servicio de un nuevo propósito, e instruidas por una autoridad con la suficiente capacidad de impacto. En este sentido, los países de partidos únicos u organizaciones con estilos autoritarios que suprimen rivales o formas alternativas de ver el liderazgo no son omnipotentes desde el comienzo, sino que aprovechan un momento determinado para ganar legitimidad y luego hacer la vida imposible a sus oponentes o destruirlos. Ojo, siempre con permiso u omisión del resto del colectivo.

Ojeando la historia, el partido nazi se consolidó en menos de un año. Para finales de 1933, Alemania se convirtió en un país de un único partido y las instituciones principales de la nación dejaron de tener validez. A lo largo de los tiempos, si hay un elemento que cualquier liderazgo ha utilizado para hacer de su organización, grupo país algo pernicioso para su devenir han sido las situaciones excepcionales. Naomi Klein, en su famoso libro La doctrina del shock, describe las distintas maquinaciones que se pueden llevar a cabo desde el poder para instaurar políticas o iniciativas que coarten derechos o el bien general en beneficio de unos pocos. En estos días, las situaciones excepcionales se siguen utilizando como forma de coartar la libertad en pos de la seguridad, siendo finalmente tanto la una como la otra perjudicada.

Las lógicas autoritarias se valen de fuerzas y de perfiles específicos en las empresas cuyo propósito es el de dispersar o bien a ciudadanos que protestan o de desactivar disidentes. A lo largo de la historia las purgas o el gran terror que utilizó Stalin a través del comisariado del pueblo para asuntos internos, el holocausto nazi a través de las SS, o lógicas organizacionales más mundanas que se pueden apreciar en muchas organizaciones coinciden en el detalle de que sin el apoyo o ausencia de oposición de las personas moderadas nunca hubieran tenido lugar. Los planos, detalles o acciones son distintos y de ninguna forma equiparables en cada caso, aunque las lógicas y mecanismos de actuación subyacentes en los colectivos, a mi juicio, son en concepto similares.

Es por ello por lo que habría que tener en cuenta al menos tres elementos. Primero, mantener de forma clara la integridad y la ética profesional de cada colectivo. En el genocidio nazi, si las personas de administración se hubieran negado a supervisar y registrar aquel horror, si los abogados no hubieran aplicado la norma de ejecución sin juicio, si los doctores no hubieran aceptado la regla de no operar sin consentimiento, si los empresarios no hubieran permitido explotar y esclavizar a personas, hubiera sido mucho más difícil que el régimen hubiera prosperado.

Segundo, evitar a todas luces una fe desequilibrada o desproporcionada en alguien o en algo (persona, partido, ideología). Tercero, tener en cuenta que a menudo desde posiciones de liderazgo se tiende a presentar invenciones (cuando no mentiras) como si fueran hechos, y que la repetición de mantras de forma continuada (independientemente de que sean rigurosos) cala, y se convierten en verdad. Cuarta, analizar el nivel de contradicción de las medidas planteadas, o la factibilidad real de poder hacerlas realidad.

Cuando el liderazgo propone un ejemplo o forma de hacer negativa, los compromisos profesionales individuales, las instituciones existentes, o ciertas prácticas de gestión deben tomar importancia y ejercer de contrapeso. No olvidemos que todo liderazgo pernicioso requiere de siervos obedientes.