Lógicamente, me preocupa la pandemia. Y el paro. Y los refugiados en Europa cuando sea capaz de escribir algo que no sea un brindis al sol burgués para lavar la conciencia cinco minutos, lo intentaré. Y muchas cosas, en grados diversos. Una de las que más es Madrid. Lo digo en serio. Y es algo que cuando lo peor de esto pase habría que analizar en serio: ¿qué hacemos con Madrid? Madrid se está convirtiendo lo es hace ya mucho en un problema para España, en un verdadero disparate. Y no me refiero ya siquiera al consabido machaque informativo cada vez que en Madrid pasa algo que se nos vende como si fuese el fin del mundo que en otros lugares sufren cada dos por tres, sino ya directamente a la afrenta que supone cómo sus gobernantes gestionan la comunidad más poderosa del país con la connivencia de todos los gobiernos centrales desde 1977 subidos en la chepa del resto de comunidades, con políticas fiscales, económicas, sociales, culturales, de infraestructuras y de toda clase que no hacen sino ir agrandando la distancia que hay entre unos y otros. La última bufonada es pedir la declaración de zona catastrófica y 1.400 millones de euros porque han tenido una nevada potente. Llevan más de una semana con la ciudad manga por hombro, haciendo una casi completa dejación de su responsabilidad, y echando balones fuera. Es obvio que no se puede tener preparado como si fuesen Helsinki un dispositivo para algo que pasa cada 20 años o 30, eso es obvio, pero no es menos cierto que de ahí a hacer el más completo de los ridículos muchas ciudades españolas tienen con relativa asiduidad nevadas fuertes y no lloriquean tanto va un trecho. Madrid está ahora mismo gobernada por un personaje con poco parangón en los últimos años, pero el asunto ya viene de muy atrás y además está incardinado por lo que se ve en las mentes de muchos de sus ciudadanos. Es un problema real serio.