Sigo en Twitter la cuenta de Joaquín Carmona desde hace más de ocho años. Es una de esas cuentas -hay miles de todos los temas- que te ofrecen gratis una cantidad enorme de datos, información, vídeos, análisis, previas, comparativas, entrevistas, estudios. En su caso, de atletismo. Siempre con enorme precisión, corrección y celeridad. En el mundillo de los frikis del atletismo, nos preguntábamos quién sería este Joaquín Carmona que nadie conocía, llegándose a rumorear que fuese algún extécnico o federativo de renombre. Desde el 15 de marzo, no tuiteaba. Y sus seguidores rumiábamos algo inquietos si no le habría pasado algo a la persona real que había tras su cuenta, que ya digo que no se sabía si era él, Joaquín Carmona, o un seudónimo. Tenía 17.000 seguidores, una cifra muy alta para una cuenta de atletismo. Esta semana se supo la verdad: Joaquín Carmona existe y era -es- un sintecho de Zamudio de 46 años que lleva 30 en Madrid y que lleva 12 años durmiendo en la calle, cargando su portátil en bibliotecas públicas -al cerrar por la pandemia no podía cargar su portátil- y tecleando sus tuits a la intemperie. Un periodista conoció su historia, contactó con él, le convenció de que darla a conocer iba a ser positivo para su vida y, pese al temor de Joaquín, salió a la luz pública. En tres días se han recaudado 25.000 euros de más de 1.000 personas para que Carmona respire unos meses y, si puede, encuentre con sosiego un empleo. Cuando lo leí, me quedé mudo: el nivel de sus datos, de su cuenta de Twitter, es altísimo. Lograrlo mientras vives en la calle es ya directamente asombroso. Hay personas increíbles sobre este planeta. Carmona quiere ser cauto -“no me quiero alegrar mucho, aunque estoy muy agradecido, pero quiero ser prudente”- y gestionar este cambio con calma. Toda la suerte del mundo, Joaquín. Tus tuits pueden esperar, años si hace falta. Lo importante eres tú.