Bob Dylan saca nuevo disco, con nuevas composiciones, el jueves que viene día 19, sus primeros temas propios desde 2012. Cumplió 79 años hace 20 días. El viernes, en una entrevista publicada por The New York Times, repasó diversos asuntos, tanto de su disco, como de la música, como de la actualidad. “Me enfermó hasta la náusea ver cómo torturaban a Floyd hasta la muerte. Espero que muy rápido se haga justicia”, fue una de sus apreciaciones. El caso es que para los seguidores de la única persona viva sobre la faz de la tierra que ha ganado un Óscar y un Nobel -la otra fue George Bernard Shaw- cualquier cosa que sea que El Maestro saque al mercado algo nuevo nos supone una especie de prueba de fuego. La música no es deporte, pero pedirle a Dylan que esté a la altura siempre de lo que fue capaz de ofrecer entre 1962 y 1966, en 1975-76, en 1979, en 1989 o en 1997 -por poner fechas de algunas de sus obras maestras- es como pedirle a Maradona que salga al campo cada año y juegue como en México’86. Entendiendo eso, no obstante, muchos en ocasiones nos podemos llegar a sentir algo decepcionados si de entre todas las nuevas canciones -van a ser diez, tres de ellas ya avanzadas anteriormente, una de ellas muy muy decente- no hay al menos una que nos vuele la cabeza. Hace ocho años, en su disco Tempest, estaba Long and Wasted Years, una canción que firmaría el mejor Dylan. Y el mejor Dylan es inalcanzable para todos los demás. Así que habrá que confiar en su talento inabarcable, pero ser a la vez conscientes de que hacer una canción buena es muy difícil y hacer una extraordinaria es casi milagroso. Pero le hemos visto hacer tantos milagros y durante tantos años y en tantos estilos que siempre esperas que ocurra. Cuando el milagro es que todavía, tras 58 años de carrera, tenga a tantos millones de personas ilusionadas como niños pequeños. La magia es eso. Y él es el mago supremo. ?