no es que sea yo un almanaque de teoría política y ni siquiera de principios ideológicos y políticos, pero sí que tengo muy claro que los principios básicos que promueve y busca Unidas Podemos en el año 2019 en relación al trabajo, la vivienda, el acceso a los servicios públicos, las prestaciones, la inmigración, etc., son del mismo calibre que en los 80 perfectamente se podrían calificar de socialdemócratas. Vamos, que tienen de comunistas lo que yo. Claro, la sociedad -o parte de ella, a la par que muchas leyes- ha ido evolucionando hacia un capitalismo tan salvaje y hacia un liberalismo tan atroz para muchos que cualquiera que no solo quiera parar eso o parte de eso sino tratar de volver a derechos y situaciones que se tenían antes puede ser tildado en cualquier momento de marxista leninista o de lo que sea, tildado en el sentido de criticado, como peyorativo, oigan. Es lo que tenemos, en un país que lleva más de una década por encima del 14% de paro y que desde 1987 solo ha estado tres años por debajo del 10% -del segundo trimestre de 2005 al primero de 2008-, a siglos de desventaja de muchos países cercanos y con muchos menos derechos laborales, que legislación tras legislación se han ido cercenando en aras de -decían- mejorar ese mercado laboral y lo único que han logrado es más precariedad, más temporalidad y una enorme bolsa de población trabajando por cuatro chavos en lo que cae y, por supuesto, obligada a aceptar casi lo que sea si no quiere verse fuera del juego, en el país de la especulación extrema con la vivienda, la corrupción endémica y los millonarios multiplicándose por cuatro desde el inicio de la crisis. Comunismo. Te entra la risa, es que no puedes sino descojonarte y más si oyes al Felipe González -y la reforma que nos metió doblada en el 94, el socialista- y toda la carcundia bramar. El lavado de cerebro, eso sí, hay que reconocer que les ha salido bien.