la decisión de los consejos de administración de Elkargi y Oinarri de iniciar formalmente un proceso de exploración sobre las posibilidades de una integración de las dos sociedades de garantía recíproca (SGR) es una buena noticia para este país y sus empresas porque va a significar la creación de una entidad con una gran fortaleza, no solo para poder negociar de tú a tú con un sector bancario cada vez más concentrado en las mejores condiciones de financiación para sus socios, sino para ser un agente proactivo de gran importancia a la hora de poner en marcha nuevos instrumentos financieros alternativos a los actuales.

Y aquí está la gran virtualidad que tiene este proceso de cara a futuro por el papel generador de nuevos instrumentos financieros, al margen de los bancarios existentes en la actualidad, que va a tener la entidad resultante a la hora de dirigir importantes recursos destinados a preservar la existencia de empresas que pueden desaparecer por falta de continuidad generacional, en el caso de las familiares, o a la hora de acometer nuevas inversiones desde una participación directa en el capital de las compañías.

La confianza que va a suponer para los futuros inversores contar con la garantía de una SGR que, si se produce la integración, controlará el 26% de las formalizaciones de avales de las que el 20,16% proceden de Elkargi, y el 25% de riesgo vivo de todo el Estado -lo que demuestra el gran conocimiento del mundo de la empresa que dispone-, es de tal importancia que se abre un nuevo escenario de grandes posibilidades de desarrollo en el futuro.

Hay que tener en cuenta que entre Elkargi y Oinarri suman un total de 1.110 millones de euros en riesgo vivo, una cantidad que duplica a la siguiente SGR del Estado que es Avalmadrid con 550 millones, lo que da una idea de la dimensión que puede tener la nueva entidad que a día de hoy parte con una masa de socios de 14.934, una cifra que puede verse reducida levemente por las duplicidades que se pueden dar en algunas entidades que forman parte de las dos SGR.

El tamaño es una cuestión importante no solo para afrontar las adversas circunstancias del momento que atraviesan las SGR, con una concentración bancaria que todavía no ha concluido y que va a dar lugar a entidades cada vez más fuertes con lo que la interlocución se va a hacer complicada, unos tipos de interés muy bajos con proyección de permanencia y que dificultan la labor ante unos bancos que buscar colocar el crédito a cualquier precio para ganar volumen de negocio y las cada vez mayor presión del Banco de España con sus exigencias y requerimientos, sino también para aprovechar las grandes oportunidades que en este momento existen para tratar de vehiculizar un ahorro que no encuentra acomodo en el mercado financiero por la política expansiva del BCE hacia inversiones en empresas desde la garantía y el aval que solo pueden dar este tipo de sociedades.

Tras la autorización de los consejos de administración de Elkargi y Oinarri de facultar a sus respectivos presidentes y directores generales a iniciar un proceso de integración, que ya se venía planteando de manera informal entre los ejecutivos de las dos sociedades desde el pasado verano, ahora queda la parte más importante del proceso, que son resolver los flecos, como son la organización y el acoplamiento de las estructuras actuales a la nueva sociedad, el análisis de los balances respectivos, la composición de un consejo de administración equilibrado que represente a las dos organizaciones, la unificación de la plantilla laboral que está compuesta de 67 y 20 trabajadores, respectivamente, la denominación de la entidad resultante, etc.

A pesar de la proporción de uno a cuatro que tienen las dos SGR a favor de Elkargi, el hecho de que sean entidades sin ánimo de lucro y que puede haber una complementariedad entre las dos porque su actividad se ha desarrollado en mercados muy distintos -en el caso de la entidad presidida por Josu Sánchez en las empresas medianas y grandes, y en el de la dirigida por José Ignacio Garate en las cooperativas, microempresas y autónomos-, hace que el proceso no vaya a tener más dificultades de las lógicas que se pueden producir en el desarrollo de una iniciativa de este tipo.

Y mientras en Euskadi se sientan las bases de lo que será una gran SGR que puede tener un papel protagonista muy importante a futuro en la economía vasca por el potencial escenario de desarrollo que se abre, la política nos sigue ofreciendo personajes que muestran la forma de hacer las cosas en el Estado desde un supuesto interés y unos más que cuestionados valores.

El hecho de que la exministra de Ciencia, Innovación y Tecnología en el Gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, Cristina Garmendia, haya participado en la presentación del programa económico de Conocimiento e I+D+i de Ciudadanos ha llamado la atención no porque las personas tienen perfecto derecho a evolucionar políticamente desde haber votado al PNV, formar parte de un ejecutivo del PSOE y apoyar, aunque sea tangencialmente y escudándose en su cargo de presidenta de la Fundación para la Innovación Tecnológica Cotec, al partido del joseantoniano Albert Rivera, sino por los efectos que tiene entre nosotros.

Aunque haya justificado su presencia en el acto diciendo que “no va a volver a la política y que estará donde le llamen para hablar sobre I+D+i al entender que es un motor de desarrollo económico”, su participación en un acto electoral junto al líder y coordinador del programa económico de Ciudadanos, Albert Rivera y Luis Garicano, respectivamente, pone en seria cuestión su presencia en el seno de Gipuzkoa Garaile, donde participa de manera activa, por su discrepancia con la filosofía y el posicionamiento a favor del autogobierno vasco que proyecta esta iniciativa surgida de la sociedad civil guipuzcoana.

Se antoja como una gran contradicción que una persona que parece que forma parte de una red de trabajo de profesionales que está colaborando con Ciudadanos, el único partido que se presenta a estas elecciones que ha expresado su oposición rotunda al Concierto Económico por considerarlo un privilegio, forme parte de una iniciativa que en su última reunión, celebrada a finales del pasado mes de noviembre, hizo pública una declaración formal en defensa de esta figura básica de nuestro autogobierno al tiempo que reivindicaba “su vigencia y permanencia como elemento central para nuestro bienestar y futuro como país”. “El ataque al mismo o su degradación tiene una indudable trascendencia para las administraciones, empresas, trabajadores, universidades y centros tecnológicos, así como para nuestra sanidad y educación, entre otros ámbitos. Afecta a todos los ciudadanos”, se afirma de manera categórica en el documento de Gipuzkoa Garaile.

Debo decir que nunca he entendido la presencia de Cristina Garmendia en el consejo promotor de Gipuzkoa Garaile cuando se presenta como una iniciativa de la sociedad civil, teniendo en cuenta no solo su pasado compromiso político con el PSOE, aunque fuera como independiente, al que hay que sumar la presidencia de la Fundación España Constitucional, cuya misión principal es la defensa de la Carta Magna, sino por algunos episodios no muy afortunados que podrían haber condicionado el futuro de nuestro país.

Hace seis años y medio Cristina Garmendia, como ministra de Ciencia, Innovación y Tecnología, rechazó de plano la transferencia de la competencia de I+D+i a Euskadi bajo el argumento de que a este país no le resultaría económicamente rentable quedarse fuera de los presupuestos del Estado en esta materia. La competencia, reclamada insistentemente desde 1993, llegó a Euskadi no por sus méritos, sino por la necesidad de Rodríguez Zapatero de contar con los votos de los diputados del PNV para aprobar los presupuestos del Estado del año 2009 que pusieron como condición su transferencia y la de las políticas activas de empleo. Por no hablar de dónde ha quedado la subsede de la Fuente Europea de Neutrones por Espalación que se iba a ubicar en Bilbao. Esta es su contribución.

Una gran Sociedad de Garantía Recíproca puede tener un papel protagonista muy importante

en el futuro en la economía vasca

Nunca he entendido la presencia de Cristina Garmendia en una iniciativa como el consejo promotor de Gipuzkoa Garaile