en general el pequeño ahorrador o inversionista siempre ha tenido un papel irrelevante y ha sido una figura menospreciada en las grandes empresas porque en general sus intereses, salvo los de repartir el dividendo, -cuando se puede-, en cada ejercicio, no se tienen en cuenta por parte de los grandes grupos que controlan las compañías. Ha sido siempre una constante histórica que en general aflora de manera trágica cuando se produce la venta o la fusión con otras empresas y en donde, por lo general y salvo honrosas excepciones, los pequeños accionistas siempre salen mal parados.

A esta situación hay que añadir el despreciativo comportamiento que los bancos están teniendo en estos momentos con sus clientes a la hora de tratar de obtener una mínima rentabilidad a sus ahorros en un escenario en el que hay una sobreoferta de dinero por parte del Banco Central Europeo (BCE) que está inyectando ingentes cantidades de recursos a coste prácticamente cero para activar la economía a través del impulso de la actividad crediticia.

Hemos llegado a una situación en que los bancos prefieren el dinero que les llega del BCE a un coste mínimo que captar recursos en el mercado que es siempre más caro, mucho más si los márgenes de intermediación en el negocio financiero son cada vez más estrechos hasta el punto de que la rentabilidad la tienen que obtener por volumen de actividad y, consiguientemente, por el aumento del cobro de comisiones que ahora afectan prácticamente a todos los productos.

La crisis ha provocado una ruptura total del antiguo esquema donde el ahorro privado se depositaba en los bancos y éstos a su vez lo prestaban a las familias, empresas y sector público a un precio superior al del compra con lo que se completaba el negocio financiero. Los bajos tipos de interés que tiene el ahorro a los que hay que añadir la restricción crediticia a las familias y empresas, junto a las elevadas exigencias de capital para los bancos que se han producido durante la crisis deben dar lugar a otro esquema. Un nuevo paradigma en donde el ahorro vaya directamente a las empresas y a las familias, mediante la presencia de otros agentes intermediarios que, en nuestro caso, puede ser Elkargi, por el gran conocimiento que tienen del mundo de las empresas, a través de la compra de participaciones, bonos o acciones.

Con un escenario de gran liquidez en el mercado privado y un sistema bancario excesivamente regulado y poco dado a la asunción de riesgos para evitar situaciones como la gran recesión de 2008, -algo que afecta de manera importante a las empresas a la hora de desarrollar sus proyectos-, se impone la necesidad de poner en marcha nuevos instrumentos financieros al margen de los existentes.

La necesidad de contar con nuevas alternativas financieras, al margen del sistema bancario que está demostrando sus limitaciones para relanzar la economía, el desarrollo de las empresas y la puesta en marcha de nuevos proyectos empresariales, se está convirtiendo en un clamor cada día que pasa hasta el punto de que es un asunto al que hay que darle de manera urgente una salida porque cualquier demora en la toma de decisiones en este sentido puede tener consecuencias de todo punto negativas.

A la lista de empresarios, profesionales y expertos que demandan la puesta en marcha de otras herramientas financieras que favorezcan a las empresas se ha unido estos días el director general de Analistas Financieros Internacionales (AFI), David Cano, que, el pasado jueves en un acto organizado por Elkargi SGR. en Donostia, aseguró de manera rotunda que “el ahorrador de hoy debe ser el inversor del futuro”.

La afirmación tiene todo su sentido porque significa un cambio absoluto del rol que hasta ahora tenía el ahorrador en cuanto a la asunción de un control directo en el desarrollo de sus inversiones y una modificación sustancial del actual sistema financiero, basado exclusivamente en la figura de los bancos, por un nuevo paradigma en el que intervendrán nuevos intermediarios con un gran conocimiento del mundo empresarial que servirán de vehículo para direccionar los recursos financieros a ese destino desde la garantía de una gestión profesionalizada.

Y en este escenario es necesaria una mayor cultura financiera por parte de los ciudadanos, una cuestión muy importante si tenemos en cuenta que algo menos de la mitad de los españoles, en concreto, el 49% tiene conocimiento suficientes en materia financiera frente al 52% de la media de la Unión Europea, según se desprende del “Global Financial Literacy Survey” elaborado por la agencia de calificación Standard&Poor’s, el Banco Mundial, la consultora Gallup y la George Washington University.

Si el conocimiento financiero de los ciudadanos hubiera sido más alto se hubieran podido evitar situaciones tan dramáticas como las que se han visto en numerosos casos de suscripción de participaciones preferentes o subordinadas en donde al desconocimiento del suscriptor en muchos casos se ha unido la picaresca de ciertos emisores y comportamientos poco éticos de algunas entidades bancarias.

Esta mayor cultura financiera por parte de los ahorradores debe venir acompañada de un desarrollo del mercado de capitales y de un modelo de entidades especializadas en inversión y no tanto en lo que se ha venido a llamar banca privada que alcanza otros campos de especulación típica financiera muy lejos del objetivo que se pretende que es captar recursos para desarrollar las empresas y poner en marcha nuevos proyectos empresariales.

El debate sobre la necesidad de contar con nuevos instrumentos financieros no solo se circunscribe al mundo de las empresas mercantiles, sino también a las de economía social como las sociedades que pertenecen a la Corporación Mondragon que, en este momento, están analizando un documento en el que se recogen los instrumentos financieros necesarios para garantizar el desarrollo y expansión de sus negocios con el fin de presentar sus alegaciones y elaborar una ponencia que se discutirá y aprobará en el congreso que el grupo cooperativo celebrará a mediados de 2016. Las limitaciones jurídicas que tienen las cooperativas a la hora de acceder al mercado les obligan a ser más imaginativas en la captación de recursos financieros externos.

Este va a ser un aspecto importante, junto el refuerzo de los valores cooperativos y un modelo organizativo que impulse la competitividad de las cooperativas, de ese “Mondragon del futuro” que, a modo de catarsis interna, va a servir para superar el efecto demoledor que supuso en todos los órdenes la quiebra de Fagor Electrodomésticos, cuna del primer grupo industrial vasco que con su empeño de crear riqueza y empleo cerrará este año con la generación de 1.300 nuevos puestos de trabajo, de los que la mitad se ubican en Euskadi.

También personalidades como el científico y presidente de la Fundación Donostia International Physics Center (DIPC), Pedro Miguel Etxenike, han expresado su preocupación por la necesidad de contar con una mayor estabilidad financiera para el desarrollo de nuevas empresas y el impulso de la inversión en investigación y tecnología.

Durante su intervención en la asamblea de Adegi, que tuvo lugar el pasado mes de marzo, fue muy claro en esta cuestión: “Gipuzkoa podrá dar un salto cualitativo hacía el futuro si se empeña en aumentar el volumen de sus empresas punteras y garantiza sin complejos su estabilidad institucional y financiera a largo plazo, vía fondos soberanos si fuese necesario”. En esa apuesta el desarrollo y la inversión en investigación y tecnología se presenta como un elemento fundamental a la hora de garantizar el estado de bienestar. Ese es el reto.