aunque algunos piensen que agua pasada no mueve molino, sin embargo echar mano de la historia siempre es un ejercicio saludable, no ya por lo que puede tener de contricción sobre decisiones erróneamente adoptadas, sino precisamente, por lo que supone de lección para evitar que puedan producirse situaciones parecidas y tratar de enmendar actitudes y comportamientos que en la defensa de unos intereses particulares han afectado al conjunto de la sociedad.
La rapidez con la que se produce la toma de decisiones, junto con la celeridad con la que actuamos en nuestro devenir diario, tanto en el aspecto personal como profesional, hace que no se analicen las consecuencias que puede tener una determinada actuación a futuro que, por lo general, tienen una fecha de caducidad muy corta por la sobrecapacidad de acontecimientos que se suceden y que provocan su desaparición de la memoria colectiva en la medida en que se van produciendo otros.
Por eso, el libro Crisis y nueva dirección bancaria, escrito por el exdirector general de Kutxa, Xabier Alkorta, llega en el mejor momento para recuperar la memoria histórica de las cajas de ahorro vascas y poner en evidencia los perniciosos efectos que para su desarrollo han tenido los partidos políticos y sindicatos, más preocupados por defender sus parcelas de poder que garantizar el futuro de unas entidades que teóricamente eran de los clientes.
Cuando desde el oeste del Deba -léase Bizkaia-, se nos acusaba por parte de algunos dirigentes de Kutxabank, que hoy no están en puestos de dirección, de no haber sido proclives en 2012 a la integración de Kutxa con las otras dos cajas de ahorro vascas cuando desde BBK se forzó la fusión fría en una especie de pinza con Caja Vital controlada por el PSE, es reconfortante comprobar que alguien de la profesionalidad y experiencia de Alkorta tenga la misma percepción de que aquella operación se debió de haber realizado de otro modo en defensa de los intereses de los guipuzcoanos.
Alkorta pone cifras al coste que ha tenido para Kutxa la fusión de 2012 que dio lugar a la constitución de Kutxabank respecto a la integración prevista en 2008 entre la caja de ahorros guipuzcoana y la vizcaína y que planteaba la incorporación en una segunda etapa de la alavesa que no se materializó por motivos exclusivamente de poder político y sindical.
Entre uno y otro proceso de integración Kutxa ha perdido un 3% de su peso en la entidad resultante, ya que de un 35% en 2008 con la incorporación de Vital se aceptó un 32% cuatro años después, lo que significa que en este tránsito la fundación guipuzcoana ha perdido 140 millones de euros de valor en libros. Más perdió la caja de ahorros alavesa, que de no aceptar una participación del 15% de la entidad resultante en 2005, que fue el primer intento de fusión, se quedó en el 11% de las acciones que tiene en la actualidad en Kutxabank.
Por el contrario, fue BBK la que mejor parada salió del rechazo del PP y del PSE a los dos procesos de integración de 2005 y 2008 por su voluntad de seguir controlando Caja Vital, a pesar de que como demuestran los hechos, flaco favor hicieron a los propios alaveses y guipuzcoanos. Mientras el PP y el PSE se dedicaban a defender su raquítica cuota de poder a través de Vital, BBK decidió no perder el tiempo en discusiones bizantinas, cuando el mercado financiero aconsejaba en aquel tiempo decisión y audacia, y apostó por coger una mayor dimensión con la adquisición de CajaSur que le valió para tener una mejor posición en la negociación de la constitución de Kutxabank. El resultado fue que la participación de BBK pasó de aceptar un 50% en 2005, a un 52% en 2008, para terminar en 2012 controlando el 57% de Kutxabank.
Los protagonistas de este desaguisado que se sustanció de manera importante en 2008 en Gipuzkoa por la falta de mayoría que tenían los compromisarios del PNV, EA e IU y los sindicatos CCOO y Pixkanaka en la asamblea general de Kutxa, donde se necesitaba el apoyo de las tres cuartas partes de sus miembros para sacar adelante la propuesta de integración, tienen nombres y apellidos y son los responsables de que solo por tres votos no saliera adelante esa propuesta que hubiera cambiado radicalmente la posición de la actual fundación guipuzcoana en el futuro banco.
A un PP de Alfonso Basagoiti vacilante hasta el último minuto y que se plegó a los intereses de sus compañeros en Araba que consideraban la integración perjudicial para “su” caja, se sumó un beligerante PSE, que se opuso radicalmente al proyecto por razones estrictamente partidistas, alegando que la fusión era negativa para los intereses de los guipuzcoanos hasta tal punto de editar unos folletos que buzoneó por los domicilios afirmando que BBK se iba a “comer” a Kutxa. El responsable de esta decisión que, paradójicamente, cuatro años más tarde no se opuso a una fusión en peores condiciones para Kutxa, se llama Iñaki Arriola, que era y sigue siendo secretario general del PSE y que en la próxima campaña electoral volverá a pedir, con toda naturalidad del mundo y como si nada hubiera pasado, el voto para “defender” los intereses de los guipuzcoanos, esta vez en Madrid. Tampoco ELA y LAB se libran de su responsabilidad en este chandrío por primar sus intereses corporativos frente a la de sus afiliados y trabajadores. De hecho, la mayoría de los delegados de LAB en Kutxa dimitieron por su desacuerdo con la imposición del voto negativo en la asamblea.
Lo paradójico de la situación es que los que frustraron una integración más natural de las cajas de ahorro vascas, acorde con su peso financiero y cuota de mercado y anticipándose a las exigencias que con el tiempo vinieron desde Bruselas como reacción a la intervención por parte del Estado de varias entidades de crédito españolas, son los que ahora se echan las manos a la cabeza cuando se oponen a una supuesta privatización de las cajas con el claro objetivo de seguir defendiendo parcelas de poder que se creen amenazadas.
Como muy bien dice Alkorta en su libro, “no se trata de los intereses de los clientes ni de los empleados, sino que se prima el interés privado de organizaciones políticas y sindicales, condicionando de esta manera el gobierno corporativo de las entidades”.
En este sentido, el que fuera directivo de Kutxa puso de relieve algunas ideas que pueden provocar el rechazo de esas organizaciones durante la presentación del libro el jueves en Tabakalera, pero que en su desarrollo pueden contar con la aceptación general desde la premisa de dar mayor protagonismo a los clientes y de profesionalizar los consejos de administración que den lugar a un gobierno corporativo fuerte y con liderazgo para responder de la mejor manera a las exigencias del nuevo marco regulatorio y de mercado.
Por eso Alkorta, que atesora tras de sí una experiencia de 40 años en entidades financieras, no se muestra contrario a la salida a Bolsa de Kutxabank en un porcentaje que podría llegar hasta el 49% con la particularidad de que esas participaciones tengan carácter popular para no perder las señas de identidad que dieron origen a las cajas de ahorro, dejando el 51% restante de control en manos de las tres fundaciones bancarias, que, de esta forma, podrían diversificar sus inversiones. De esta manera se garantiza, en opinión de Alkorta, la pervivencia del ADN que estaba en las cajas de ahorro vascas y que ha heredado Kutxabank en su dimensión económica y social de arraigo en el territorio y que se traduce en la gran responsabilidad que como entidad tiene con el país. Algo que no se puede perder y con lo que se debe de estar en permanente vigilancia.