El déficit que en estructuras financieras, al margen de la bancaria que monopoliza nuestra vida económica y que fue la causante en origen de la gran crisis de 2007, tiene en Euskadi se ha puesto de nuevo de manifiesto durante estos días por parte de responsables de entidades financieras de este país, así como por ejecutivos de grandes empresas vascas que tienen una actividad absolutamente globalizada, hasta el punto de que su facturación en el Estado es residual o simplemente inexistente.
El excesivo peso que la economía financiera tiene en el mundo está teniendo una influencia importante en las empresas fuertemente internacionalizadas por la necesidad imperiosa que algunos fondos de inversión especulativos, como los hedge funds tienen para obtener resultados en el muy corto plazo, incluso forzando el valor a a la baja, para luego adquirirlo al mejor precio, una práctica que se contrapone con la actividad industrial cuando la maximización de beneficios tiene un recorrido de medio y largo plazo.
Este es un problema estructural importante que tienen las empresas vascas que cotizan en Bolsa y al que es necesario aplicar líneas de cortafuegos mediante la existencia de fondos de inversión y oro tipo de instrumentos financieros que, garantizada la rentabilidad del capital invertido, respondan más a criterios de solidez y mantenimiento de un tejido empresarial en el medio y largo plazo que a los intereses cortoplacistas de los brokers de Nueva York, Londres o Tokio.
No puede ser que cada mañana los responsables de las empresas estén más preocupados de las opiniones realizadas por los analistas de mercados financieros extranjeros en función de intereses ajenos, con todo lo que ello significa de esfuerzo y costes estructurales para atender a unas preocupaciones que luego pueden tener incidencia en la cotización en el parqué, que de cómo poner en marcha nuevos productos o aumentar el valor añadido de los ya existentes para incrementar su competitividad internacional en un mercado cada vez más global.
Es por eso que como país tenemos una asignatura pendiente en este campo no porque no existan alternativas financieras para ello, ?que existen y muy consolidadas?, sino porque desde el sector público vasco hay un cierto temor a poner en marcha nuevos instrumentos, al margen de los tradicionales bancarios, cuando, el papel de la Administración es, precisamente, la de paliar situaciones donde la iniciativa privada no es capaz de responder.
No se trata de crear un fondo soberano como ocurre en otros países porque no tenemos los recursos de aquellos estados que colocan las plusvalías de sus recursos naturales en las compañías más rentables del mundo con afán de permanencia, sino de tratar, ?por ejemplo?, maximizar los importantes recursos que disponen las EPSVvascas, ?por encima de los 22.000 millones de euros?, en inversiones en nuestras compañías ahora que los tipos de interés del pasivo están en mínimos históricos de rentabilidad. No solamente se obtendrían unos rendimientos adecuados a la inversión, sino que servirían para consolidar unas compañías que forman parte estructural del tejido industrial de este país.
Esta fue una de las grandes reflexiones que se pusieron encima de la mesa en el encuentro que Bankoa-Crédit Agricole ha celebrado esta semana en Tabakalera de Donostia con motivo del 40 aniversario de su constitución. Ante un auditorio de cerca de 500 personas, profesionales de la talla del consejero delegado de CAF, Andrés Arizkorreta; el presidente de Gamesa, Ignacio Martín; la catedrática de Teoría Económica de la UPV/EHU, Mari Carmen Gallastegui; el consejero de Deusto Business School, Agustín Garmendia y el periodista del El País, Luis Rodríguez Aizpeolea, hicieron un análisis de la actual situación de repunte de la economía. En el debate quedó también clara la coincidencia de los participantes de que la incertidumbre que existe en este momento se ha convertido en un elemento que no tiene caducidad con el que hay que aprender a vivir en cualquier ámbito de actividad, ya sea política, social y económica.
También el presidente de Kutxabank, Gregorio Villalabeitia puso en valor la necesidad de la existencia de nuevas alternativas, curiosamente, el mismo día, aunque en un lugar diferente y ante un público compuesto de empresarios durante la conferencia organizada por la patronal Adegi.
Es más, Villalabeitia, que aprovechó el acto para recordar el compromiso de su entidad con el tejido industrial vasco desde una vocación volcada a su estabilidad, puso de relieve la necesidad de contar con esos nuevos instrumentos porque “son buenos para todos, para las empresas y para los bancos”.
Cuando el principal banquero de este país se muestra favorable a la existencia de unos nuevos instrumentos de financiación mejores que los existentes, poniendo como referente el peso de la banca en Estados Unidos que llega al 50% frente al 75% de la UE, es que estamos en la mejor de las situaciones para empezar a colocar los mimbres necesarios para poder afrontar de una manera eficaz la próxima crisis económica que venga.
Y si la estabilidad financiera es importante para consolidar el tejido industrial vasco desde la filosofía del auzolan, que tanto nos ha caracterizado, la máquina de impresión 3D, que ha desarrollado la empresa Ibarmia de Azkoitia en colaboración con el centro tecnológico Tecnalia y la Escuela de Ingenieros de la UPV/EHU, significa un hito en la historia industrial de este país, no solo porque nos sitúa en la avanzadilla mundial de la tecnología aditiva, sino por poner en evidencia la gran potencialidad que existe y que aflora a nada que se trabaje en comandita.
El propio director general de Ibarmia, Koldo Arandia, no sale de su asombro cuando pone de relieve que un proyecto que en su ejecución en solitario hubiera costado seis años con la colaboración de la UPVy Tecnalia se ha podido desarrollar en tan solo nueve meses. Todo un récord.
La satisfacción de Arandia por el resultado de esta máquina que entra de lleno en la industria 4.0, al crear desde cero una pieza determinada con una gran precisión, va más allá de los plazos en los que las tres partes se han comprometido, ya que en este proyecto se ha descubierto sorpresivamente, según los entendidos, el gran nivel de conocimiento y afán investigador que existe en el seno de la UPV y que en el terreno de la ingeniería parece que estaba en otras universidades.
El hecho de que Ibarmia sea una de las cuatro empresas de máquina-herramienta que tiene en su catálogo una máquina de impresión en tres dimensiones, no solo coloca a la industria vasca en la cima del I+D, sino que se anticipa a las exigencias de un mercado en continuo crecimiento y receptivo ante cualquier innovación.
Es una inédita colaboración a tres bandas entre entidades con actividades diferentes que han sabido complementar sus visiones para hacerlas coincidir en un objetivo que, a juzgar por los resultados, se ha mostrado tremendamente exitosa.
Si se ha sido capaz de crear una máquina 3D adelantándose al mercado, mucho más será cuando la colaboración entre empresas, universidad y centros tecnológicos este totalmente engrasada en ese afán por buscar la innovación y trasladar la investigación aplicada al mundo real de la economía.
El descubrimiento del auzolan de Ibarmia nos pone por delante un futuro absolutamente prometedor por lo que tiene de desarrollo del conocimiento y del I+D, verdaderos soportes para la competitividad de la economía vasca en un mercado globalizado. l