está claro que la crisis nos ha dejado un nuevo modelo económico que nada tiene que ver con el que existía con anterioridad al año 2008, hasta el punto de que las leyes económicas eran taxativas al señalar que con crecimientos por encima del 2% se generaba empleo. Esta máxima se ha convertido en una falacia porque, tal y como estamos comprobando en este país, el aumento de casi el 3% de PIB no está repercutiendo en la creación de puestos de trabajo en la misma proporción y los que se generan lo hacen de manera temporal y precaria.
El paradigma ha cambiado radicalmente hasta el punto de que la economía está cada vez más globalizada lo que ha hecho aumentar la prudencia en el presente y la incertidumbre por el futuro y provocar que la toma de decisiones sea muy medida y se centre en resolver las necesidades del momento sin plantear una proyección en el medio plazo.
El hecho de que el crecimiento de China haya sufrido una caída afecta de manera importante a nuestras empresas, de la misma manera que los problemas de Volkswagen generan grandes preocupaciones en nuestras compañías del sector de la automoción por las consecuencias que puede tener en el corto y medio plazo. De la misma forma que la recesión económica que atraviesa Brasil y la caída en el precio de las materias primas ha provocado que la multinacional brasileña Gerdau haya puesto a la venta su filial Sidenor que cuenta con tres factorías en Basauri, Azkoitia y Vitoria con una plantilla total de 1.500 trabajadores y centros en Legazpi, Soraluze y Legutiano.
La constatación de esta situación es que la crisis nos ha hecho más débiles y vulnerables al poner al descubierto las enormes deficiencias estructurales que tenemos como país y que ha provocado que el 20% de nuestra industria, que es el eje vertebral sobre la que se asienta la economía vasca, haya desaparecido en los últimos siete años.
Ante esta situación la reacción se hace necesaria y como país debemos articular las herramientas necesarias para que la próxima crisis nos coja con una mejor preparación con la que hemos afrontado la depresión de 2008. En este contexto, la pregunta que hay que hacerse a día de hoy, es si Euskadi cuenta con los instrumentos financieros necesarios para responder de una manera eficaz a una nueva crisis y evitar el cierre de empresas y, con ello, la destrucción de empleo y la afección negativa, a través de la recaudación fiscal, en el estado de Bienestar.
La necesidad de contar con una financiación alternativa a la existente y de contar con instrumentos propios centrados en la industria con vocación de permanencia a medio y largo plazo en un marco de colaboración público-privada con liderazgo institucional se presenta como urgente por parte de empresarios y agentes socioeconómicos que detectan la falta de herramientas para resolver problemas de carácter estructural que pueden afectar de manera importante al futuro de nuestro tejido industrial.
Esta fue la conclusión que salió de la mesa redonda que organizó el pasado miércoles en Donostia, Alde Zaharreko Kaskarin Elkartea en la que participaron el vicepresidente de Kutxabank, Xabier Iturbe, el director general de Elkargi SGR, Marco Pineda, y la gerente de Geroa Pensioak EPSV, Virginia Oregi, sobre “Herramientas para un modelo socioeconómico vasco”.
La necesidad de poner en marcha nuevos instrumentos financieros parte del hecho de que herramientas existentes como el fondo Ekarpen, formado por Kutxabank, el Gobierno Vasco, las tres diputaciones forales y Mondragon Inversiones, tienen un carácter más estratégico y dirigido a la gran empresa, sobre todo a la tractora, que no resuelven los problemas que puede tener una pyme cuando el inversor extranjero quiere abandonar el proyecto o cuando hay dificultades de relevo generacional. A ello hay que añadir los intentos que han existido para tratar de salvar empresas en crisis y con un balance con pocas posibilidades de cuadrar cuando estas situaciones no son el objetivo por el que se creó este fondo.
Se trata de arbitrar un instrumento de financiación público-privada a través de un fondo que inyecte liquidez a las empresas existentes para su mantenimiento, expansión y desarrollo y apoye la puesta en marcha de nuevos proyectos desde la garantía de la rentabilidad de la inversión realizada y el arraigo en el país, porque como bien decía Xabier Iturbe el peligro que tenemos es que “Gipuzkoa puede pasar a ser un territorio de emprendedores a un territorio de rentistas”.
En este sentido, la imagen de Biarritz sobrevoló en el debate cuando la gerente de Geroa, Virginia Oregi, afirmó que Donostia es una de las ciudades de Europa que cuenta con un mayor número de habitantes de la Tercera Edad, lo que da idea del futuro que nos espera de no actuar en el corto plazo y de la necesidad de establecer mecanismos para que el ahorro que “es muy miedoso” vaya dirigido a inversiones industriales, siempre y cuando haya una garantía de generación de dividendos.
En este terreno las EPSV pueden ser un elemento importante a la hora de poner en marcha este fondo, ya que no en vano las aportaciones que se suscriben, -en el caso de Geroa por parte de empresarios y trabajadores- son unos recursos disponibles con carácter permanente, siempre y cuando se utilicen como complemento de la pensión pública y no como un capital a rescatar al final de la vida laboral. En el caso de Geroa, el 16% de los 1.675 millones de euros de patrimonio que tiene está invertido en empresas vascas. El 5% de manera directa y el 11% a través de los mercados organizados.
Por ello, es necesaria una actuación urgente del Gobierno Vasco desde la consideración de que las previsiones complementarias de pensiones son algo estratégico para el país y ponga en marcha un nuevo marco jurídico para el desarrollo de las EPSV en Euskadi que responda mejor a los cambios que ha provocado la crisis y garantice el futuro del poder adquisitivo de los jubilados. Hay que tener en cuenta que la destrucción de empleo generada por la crisis ha provocado en el caso de Geroa, que es una EPSV de trabajadores, una disminución de las aportaciones y un aumento de las retribuciones que se alargan también en el tiempo por el aumento de la esperanza de vida.
Junto con estos mimbres, como bien apuntó el director general de Elkargi, Marco Pineda, existe en los mercados una importante liquidez financiera y una expansión monetaria que hay que canalizarlos hacia estos nuevos instrumentos financieros que respondan a las necesidades de las pymes en colaboración con el Gobierno Vasco y teniendo como fondo Europa, a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI).
Mientras en Euskadi nos entretenemos discutiendo sobre la necesidad de afrontar nuevos mecanismos de financiación para nuestras empresas y no se sabe, al menos públicamente, en qué anda el Instituto Vasco de Finanzas, en España, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha creado un fondo de 1.200 millones de euros para promover la inversión de capital privado para apoyar el emprendizaje, compañías que necesitan acometer planes de expansión o la puesta en marcha de nuevos proyectos empresariales, a través de incubadoras.
La receta es sencilla, a partir de un compromiso de duplicar la inversión privada en el territorio, la iniciativa del ICO tiene carácter transversal y no va dirigida a ningún sector en concreto, garantiza la inexistencia de interferencia del mercado e injerencia en la gestión con un sistema de adjudicaciones sencilla y transparente. El resultado es que desde su lanzamiento en 2013 se han alcanzado compromisos de inversión privada en capital riesgo de 2.500 millones de euros a través de la constitución de 29 fondos en los que ICO contribuye con 750 millones de euros.
En este escenario el papel de Elkargi, desde el conocimiento que tiene del mundo de las empresas y desde su preocupación por articular nuevos instrumentos financieros, puede ser un factor clave a la hora de poner en marcha estas herramientas en colaboración con empresas de servicios profesionales especializadas en este tipo de operaciones, siempre desde la perspectiva de contar con el concurso necesario del Gobierno Vasco. La cuestión parece urgente a tenor de la situación en la que se encuentran algunas empresas.
El paradigma ha cambiado y ha hecho aumentar la prudencia en el presente y la incertidumbre por el futuro
La crisis nos ha hecho más vulnerables al poner en descubierto deficiencias estructurales que tenemos como país