Algo se ha hecho mal en este país en los últimos años para que tengamos unos jóvenes conservadores, en el más estricto sentido de la palabra, que han eliminado el concepto riesgo que conlleva el emprendizaje como un elemento a desarrollar en su proyecto vital, mucho más cuando se inicia una andadura profesional, y que prefieren trabajar por cuenta ajena, a pesar de que ello signifique en muchos casos tener que trasladarse al extranjero, en algunas ocasiones en peores condiciones de las que podrían tener en Euskadi.
Los datos son claros. El informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) elaborado por Deusto Business Schooll, la Universidad del País Vasco, Mondragon Unibertsitatea y la Universidad Autónoma de Barcelona, pone en evidencia que la puesta en marcha de un negocio o actividad económica no forma parte del horizonte profesional de nuestros jóvenes, ya que el porcentaje de personas que muestran intención emprendedora se situó el año pasado en un 5,4% frente al 6% de 2013.
El porcentaje de población involucrada en la puesta en marcha de un negocio en los últimos tres años y medio ha caído del 4,4% registrado en 2012 al 3,65% del año pasado, lo que pone en evidencia el terrible efecto negativo que ha tenido la crisis económica en el espíritu emprendedor, que ha sido el ADN que ha caracterizado el tejido empresarial de este país, ya que el porcentaje de personas que desarrollaron una actividad económica por cuenta propia fue del 6,9% en el año 2008, un año después del inicio de la gran depresión del siglo XXI.
Según los datos del informe GEM, Euskadi se sitúa por debajo de la media estatal y de países como Italia o Japón. Una conclusión que exige una actuación decidida y urgente por parte de la Administración pública, empresas, universidad y centros escolares que trate de dar valor al emprendedor como una figura reconocida socialmente y que genera riqueza y bienestar social a través de la creación de empleo. El emprendizaje debe ser considerado como una buena opción profesional o como una actividad que cuenta con unos retornos socioeconómicos relevantes.
No es la primera vez que el presidente de Adegi, Pello Guibelalde, hace referencia a esta falta de vocación empresarial en nuestros jóvenes, que no es una cuestión de prospectiva sino de una cruda realidad que, aunque no lo percibamos en este momento, nos va a pasar una gran factura en el corto y medio plazo a la hora de la regeneración y mantenimiento de nuestro tejido empresarial.
Cuando el pasado viernes, en la presentación de la encuesta de coyuntura económica de Gipuzkoa elaborada por Adegi, Pello Guibelalde puso el acento en el déficit de vocaciones empresariales que arroja el territorio poniendo como escenario los 33.000 euros de renta per cápita que arroja Gipuzkoa ?la más alta del Estado y que hace que para los jóvenes no sea atractivo llevar a cabo grandes esfuerzos por la gran cobertura familiar y económica de que disponen?, no lo hacía como presidente de una patronal, sino que hablaba en primera persona.
Guibelalde encarna en sí mismo la figura del emprendedor guipuzcoano al haber fundado en 1974 con su mujer y tres hermanos el Grupo Hine con una plantilla de cinco trabajadores. Hoy, 40 años después, da empleo a 319 trabajadores y cuenta con nueve plantas productivas, de las que cinco están situadas en el extranjero. Y todo ello manteniendo el carácter familiar de la empresa
De la misma forma que el único cocinero de habla hispana con siete estrellas Michelin, Martín Berasategui ?que estos días cumple 40 años de profesión al frente de los fogones?, es un auténtico emprendedor, no solo por lo que ha supuesto de innovación en la cocina a la hora de crear nuevos platos, sino por incorporar a la creatividad culinaria una visión empresarial que le ha convertido en un chef global con la gestión de diez restaurantes en el Estado y América a los que, en breve, hay que sumar otros tres, uno en Barcelona, otro en México y el tercero en Costa Rica.
A pesar de que no le gusta que le consideren un empresario, lo cierto es que Martín Berasategui, desde la casa matriz de Lasarte-Oria gestiona una red de diez filiales que, a través de un equipo de la máxima confianza compuesto por unas 200 personas, traslada la creatividad y el estilo del chef donostiarra a cualquier parte del mundo, ya pueda estar en México, Barcelona, Tenerife o República Dominicana, consiguiendo los máximos galardones de la gastronomía mundial.
La historia se repite con el gerente-director de Lurauto, el concesionario de BMW en Gipuzkoa, Luis Miguel García, un granadino de 39 años de edad que en tan solo dos años ha sido capaz de dar la vuelta y poner en números negros a una empresa que estaba a punto de cerrar, hasta el punto de duplicar la venta de coches premium como los que fabrica la marca alemana en medio de la peor crisis que ha sufrido nuestra economía en la historia reciente.
Luis Miguel García, que acaba de inaugurar las nuevas instalaciones de su empresa con la presentación en primicia europea y estatal de varios modelos BMW y Mini, es el prototipo de emprendedor que vio en diciembre de 2012 grandes oportunidades de negocio en una empresa en quiebra técnica, sin ninguna referencia más que su intuición innata por los negocios, ya que hasta esa fecha Gipuzkoa para él era una auténtica desconocida y ni por lo más remoto formaba parte de sus planes profesionales. García, que ha mamado este negocio desde niño en su Granada natal de la mano de su padre, ha sabido dar con la clave del éxito: Ofrecer el máximo servicio y confianza a los clientes. No en vano, es el primer concesionario de BMW en el Estado, con un 83% de fidelidad de sus clientes.
Al margen de estos ejemplos actuales de vocación emprendedora que siguen innovando y apostando por mejorar sus negocios y seguir siendo los primeros, el déficit de vocación empresarial que se observa en Gipuzkoa cuenta también con grandes problemas estructurales, entre los que destaca de manera importante el acceso a la financiación. La principal causa que ha provocado el cierre de empresas con la crisis y que no facilita la generación de nuevas compañías ahora que estamos en una incipiente recuperación, aunque persisten grandes rasgos de incertidumbre.
Los datos del informe GEM son demoledores. Cuatro de cada diez personas que inician un negocio asumen íntegramente sus necesidades de financiación, y solo el 26,9% ha contado con el apoyo de entidades financieras para hacer realidad su proyecto empresarial, lo que revela la necesidad de contar con unos instrumentos financieros ad hoc que respondan mucho mejor a esta realidad.
En este sentido, 3i Group PLC (Industrial and Commercial Finance Corporation), un fondo de inversión y de capital riesgo con sede en Londres y oficinas en doce países de Europa, Estados Unidos y Asia, que gestiona activos por valor de 18.200 millones de euros puede ser un referente, no tanto por el volumen de sus inversiones, sino por el modelo y origen que tiene que ver con la gran depresión que se produjo en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial.
Este instrumento financiero nació en 1945, tras una decisión del Gobierno británico que, con la colaboración del Banco de Inglaterra y los mayores bancos del país de la época, crearon este fondo para financiar las inversiones a las pymes que por su tamaño no podían acceder al crédito en un mercado hostil para este tipo de compañías. El hecho de que haya perdurado hasta ahora y con tanta pujanza significa que la colaboración público-privada puede ser el mejor marco para poner en marcha instrumentos financieros que rompan con el corsé que impone el actual sistema financiero para no solo mantener, sino ayudar a crear nuevas empresas y ayudar a los emprendedores. Esta puede ser una de las respuestas para que Gipuzkoa recupere su ADN emprendedor. l