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Los problemas de China

Las tres devaluaciones del yuan que las autoridades chinas han hecho en apenas 72 horas, cuya cotización en el mercado de divisas ha caído un 4,6% respecto al dólar, ponen de relieve las grandes dificultades por las que atraviesa la economía del gigante asiático con unas exportaciones que han descendido un 8,3% desde el mes de enero, a lo que hay que añadir la incertidumbre que genera el hermetismo con el que actúan las autoridades de Pekín y el impacto que estas medidas van a tener en nuestras empresas implantadas en Asia.

Lo que está claro es que las tres devaluaciones del yuan ponen de manifiesto el menor nivel de crecimiento que registra la economía del gigante asiático y que el milagro que hizo que todas las empresas del mundo pusieran sus ojos en China, gracias a sus bajos salarios que le convirtió en la fábrica del mundo, parece que empieza a dar señales de agotamiento.

Nos encontramos en un punto de inflexión en el que con toda probabilidad el Gran Dragón haya dejado de ser el destino principal en la internacionalización de las empresas vascas en lo que se refiere al modelo de implantación, hasta ahora el más utilizado por las condiciones impuestas por las autoridades de Pekín, por otro, en el que la competitividad va a conseguirse por la vía de ofrecer unos productos con mayor calidad y tecnología, aun a riesgo de una pérdida de competitividad por tener que vender ahora más caro.

En la última década el salario medio de un chino se ha triplicado y el tipo de cambio se ha apreciado un 25% contra el dólar, lo que ha provocado que China haya perdido su ventaja competitiva basada en los bajos costes de producción, por lo que necesita incorporar tecnología y diseño para pasar a un modelo de un mayor valor añadido con el que satisfacer su mercado interno que empieza a tener elevadas cotas de consumo por el aumento del poder adquisitivo de sus ciudadanos, sin renunciar a su objetivo de disputar el primer puesto de las potencias mundiales con Estados Unidos.

Dentro de este esquema las autoridades chinas ya no están tan receptivas a la implantación en China de empresas extranjeras como lo fueron hace tres décadas cuando con la llegada de Deng Xiaoping el país se abrió al exterior y comenzó su industrialización, sino que su objetivo es la creación de empresas nacionales direccionadas al consumo interno de una nación en la que viven 1.000 millones de habitantes y que supone el 16% del PIB mundial.

Precisamente, ese control del mercado interno por parte del gobierno de Pekín y las dificultades que están poniendo a las empresas extranjeras para mantener su presencia en el país para ser reemplazadas por compañías propias, junto con el aumento del coste de la mano de obra, es lo que ha provocado que varias compañías vascas, principalmente, algunas de ellas cooperativas hayan abandonado China como mercado estratégico.

Una de las primeras empresas en abandonar China fue la cooperativa guipuzcoana Irizar, dedicada a la fabricación de autocares, que ya en el año 2012 decidió eliminar al gigante asiático en su estrategia de internacionalización por las grandes dificultades que las autoridades chinas estaban poniendo en el desarrollo de sus vehículos en favor de compañías nacionales que, en clara competencia desleal, estaban siendo impulsadas por el gobierno para responder a las necesidades de una mayor movilidad de los chinos que de manera importante se estaba produciendo.

Y eso que Irizar fue una de las empresas pioneras vascas en implantarse en China al establecer una joint venture con una empresa estatal en 1995 en la ciudad de Tianjin a requerimiento del gobierno chino. Es decir, contaba con todo tipo de bendiciones y estaba llamada a desarrollar una gran actividad en un sector de la construcción de autocares de media-alta gama que era muy incipiente en aquella época.

Recuerdo que la decisión que fue dada a conocer públicamente, a través de una entrevista del director general de Irizar, José Manuel Orcasitas, en este periódico, me causó sorpresa, sobre todo cuando China seguía siendo el objetivo prioritario de las políticas de internacionalización, tanto públicas como privadas, que se estaban implementando por parte de las empresas vascas. Es más, en octubre de 2010, el exlehendakari, Patxi López, lideró una misión comercial vasca a China compuesta por un gran número de empresarios, con el fin de conocer sobre el terreno las oportunidades que presentaba el gigante asiático, hasta el punto que una empresa guipuzcoana llegó a firmar un acuerdo con un socio local para la implantación de una fábrica que nunca se llegó a construir. Asimismo, la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, también realizó hace algo más de un año una visita oficial a China.

Ante mi extrañeza, la respuesta de que me dio Orcasitas a la decisión de Irizar fue clara y a la vez premonitoria de lo que está sucediendo en China, al señalar que el país que cuenta ya en algunos sectores con un bagaje de conocimiento importante se estaba encerrando hacia dentro poniendo todo tipo de dificultades a los fabricantes europeos para que las empresas nacionales sean las beneficiarias del auge de un importante poder adquisitivo y por lo tanto de consumo de una clase media que ha ido emergiendo con el desarrollo industrial. Por ese motivo, China , que fue la primera implantación de Irizar en el exterior, ha dejado de ser un país estratégico, lo mismo que India, en donde la cooperativa de Irizar no lo ve todavía como un mercado capaz de recibir los autocares de la calidad de los que fabrica.

Si Irizar fue pionera en abandonar el mercado chino, otras cooperativas como Orbea o Fagor Industrial, pertenecientes a la Corporación Mondragon, también han decidido la repatriación ante las dificultades que presenta el mercado del gigante asiático en lo que se refiere al incremento de los salarios, en donde curiosamente el grupo cooperativo guipuzcoano tiene una nutrida representación de sus empresas, entre las que destacan los fabricantes de componentes eléctricos y de automoción y de máquina-herramienta.

No en vano cooperativas guipuzcoanas fueron las primeras empresas del Estado en implantarse en China, gracias a su característica de empresas de economía social que en un régimen político como el de Pekín está bien visto. Curiosamente, la Corporación Mondragon promovió hace años en la ciudad de Kunshan, uno de los pocos parques industriales que existen en China, en donde no solo se ubican cooperativas, sino también empresas anónimas por las ventajas que tiene a la hora de facilitar los ingentes trámites administrativos que ponen las autoridades chinas. La planta del fabricante de bicicletas Orbea se hallaba ubicada, precisamente, en ese parque industrial.

La situación de China, al margen de obligar a las empresas a buscar nuevos mercados y reforzar las plantas matrices, como el caso de Irizar que se ha lanzado a la conquista de Estados Unidos y a la fabricación de autobuses eléctricos, dándole un mayor peso estratégico a la fábrica de Ormaiztegi, puede tener también efectos colaterales negativos para las empresas vascas que pueden venir del grado de influencia que las medidas de Pekín puedan afectar a países como Alemania o Francia, que son los dos mercados más importantes para nuestras compañías y que tienen una importante presencia en el gigante asiático. De momento, toca esperar y ver cómo evoluciona una economía como la China que, a pesar de haber bajado cinco puntos su crecimiento en cinco años hasta situarse en el actual 7%, sigue siendo un mercado muy atractivo.