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Un auto innovador

El auto del juez de lo Mercantil Número 1 de Donostia, Pedro José Malagón, desestimando el recurso de siete entidades financieras, dos de ellas, curiosamente, con sede en Euskadi, por su desacuerdo con el bajo precio, en su opinión, de los dos millones de euros en que fijó la venta de los activos de la concursada Azkue a Muebles y Maderas Nueva Línea, ?una sociedad laboral limitada en la que participan 30 extrabajadores de la quebrada?, no solo ha supuesto una innovación a la hora de priorizar la implicación de los exempleados en la reactivación económica de su antigua empresa frente a los intereses de los bancos, sino significa también todo un respaldo al modelo de participación en las compañías.

Valorar de manera positiva, frente a las dudas de los bancos sobre la solvencia de los compradores, la implicación de los trabajadores en la empresa que se ha comprometido a reanudar la actividad y que ha sido la única oferta realizada por el total de los activos, en contraposición a las supuestas intenciones especuladoras que anidaban en los bancos, supone todo un espaldarazo institucional a la participación de los empleados en las compañías.

Mucho más cuando ese reconocimiento procede del auto de un juez que puede sentar todo un precedente y ser tenido en cuenta por otros magistrados que tengan que dirimir situaciones semejantes. La actuación del juez Malagón no pone solo de relieve la reanudación de la actividad económica de la quebrada, sino que además de ese objetivo último que persigue la Ley Concursal, la implicación de los extrabajadores y su participación en la empresa adjudicataria resulta determinante para la consecución de ese fin.

Es precisamente la experiencia y el conocimiento del sector que los extrabajadores de Azkue aportan para poner en marcha el nuevo proyecto empresarial uno de los factores que ha sido tenido en cuenta por el juez Malagón a la hora de autorizar la venta de la planta, la maquinaría y las marcas de la quebrada.

De la misma forma que los dos socios inversores industriales, que junto con los 30 extrabajadores participan en la nueva empresa, han decidido embarcarse en este proyecto al conocer el alto grado de conocimiento que en la transformación de la madera en todas sus variantes y en la fabricación de muebles tienen los trabajadores de Azkue. Un dato a tener en cuenta cuando los dos proceden del sector en su etapa profesional en Cantabria.

Si a esta circunstancia, añadimos la decidida participación de los trabajadores en el 45% del capital de la nueva empresa, ni que decir tiene descubrieron algo inédito en su dilatada experiencia profesional, que, al mismo tiempo que les generaba cierta incertidumbre por lo novedoso, sin embargo aportaba una gran dosis de confianza sobre el futuro del proyecto.

Y todo ello, gracias a la tenacidad, perseverancia, entusiasmo y compromiso con los que ha estado trabajando el presidente de Muebles y Maderas Nueva Línea, Xabier Oleaga, algunas veces desde la incomprensión y contra viento y marea, para que una empresa que iba a formar parte del rosario de cierres y quiebras que ha dejado la crisis se vuelva a poner en marcha, preservando el modelo de participación que ya existía en la concursada y aportando trabajo y riqueza en una localidad como Azpeitia fuertemente castigada por el paro. Todo un estímulo para encarar otros proyectos.

Ese mismo espíritu de superación es el que ha demostrado Indar al darle vuelta a la crisis de 2008, cuando tuvo que realizar una reestructuración de la plantilla y sufrir un incendio en su planta en Beasain, y que le ha hecho convertirse en pionero mundial en la fabricación de motores marinos silenciosos, hasta el punto de que el Gobierno de Canadá los va a instalar en sus buques oceanográficos, tal y como quedó patente esta semana con la presencia del embajador de ese país en el Estado español, Jon Allen, en las instalaciones de la compañía.

Lo curioso del caso es que mientras desde Canadá, un país que forma parte del club de los más ricos del planeta, el G8, reconocen la tecnología que está desarrollando Indar que cuenta con pedidos de Noruega, Chile y China, nuestros astilleros como los de Balenciaga, Murueta o Zamakona prefieren irse hasta Corea para comprar los motores con los que equipar los buques que construyen. Todo un ejemplo del Basque Country con el que desde el Gobierno Vasco se quiere impulsar para crear una marca de país en torno a la tecnología que se desarrolla y los productos avanzados que produce.

Salvando las distancias es como si el presidente de la República Francesa, François Hollande, utilizara como coche oficial un vehículo alemán y no un Renault, Citroën o Peugeot, con lo que pondría en cuestión no solo la tecnología de su país en el sector del automóvil, sino que supondría un desprecio total a una industria que tiene un peso trascendental en la economía francesa.

De la misma forma, tampoco se entiende que desde la Diputación Foral de Gipuzkoa no se haya contado con el Gobierno Vasco a la hora de buscar una solución a la situación de Candy apara poner en marcha un proceso de reindustrialización de la planta de Bergara y evitar la pérdida de empleos, cuando lo pertinente es que la colaboración institucional deba ser prioritaria en una situación en la que está en juego el futuro de unos trabajadores.

Todavía sorprende más cuando a lo largo de esta legislatura las actuaciones en materia económica y empresarial se han considerado por parte de la Diputación de Gipuzkoa como una competencia del Gobierno Vasco y no propia. Choca que al final del mandato de Bildu y en vísperas electorales, la Diputación de Gipuzkoa no solo se arrogue el protagonismo en la solución del cierre de una empresa en Bergara, sino que ni siquiera ofrezca información sobre las gestiones que está realizando a Gasteiz. Toda una paradoja de cómo debe funcionar un país, que puede convertirse en muy grave si la Diputación no es capaz de hacer realidad el proyecto anunciado de fabricar motos eléctricas en Bergara. De momento, como en el baloncesto, ha pedido tiempo.