Cuando es un axioma generalizado y aceptado que las personas son el eje vertebrador de una empresa, sean patrones o trabajadores -por encima de aquella figura del señor trabajador que tanto le gustaba proclamar, hace ya algunos años, a Iñaki López de Arriortua, aquel ejecutivo de Volkswagen y Opel, que revolucionó los métodos de producción de las fábricas de automóviles-, el acto con el que Adegi celebró este viernes en Donostia el primer aniversario de la puesta en marcha de su modelo de participación adoleció de la ausencia significativa de una de las patas donde se basa el desarrollo de esa iniciativa.

Que entre las experiencias y opiniones que se plasmaron en el acto en defensa de la nueva cultura de empresa que proclama Adegi no hubiera una representación de los trabajadores de esas compañías que están aplicando ese modelo de participación llama la atención, entre otras cosas, por lo que trasluce de intención, más o menos consciente, sobre la dirección hacia donde bascula la iniciativa de la patronal guipuzcoana.

Si la idea de Adegi es hacer pedagogía de su modelo, el protagonismo no debe estar enfocado solo y exclusivamente en la parte empresarial, sino también en el componente social de las empresas, como son los trabajadores , una de las dos columnas donde se asienta esta nueva forma de entender las relaciones laborales en el seno de las compañías.

Fue muy ilustrativa la experiencia de la empresa Salto Systems, en la que algunos empleados participan en su capital, así como la de la compañía DMP, en un desarrollo que desde la ingeniería bajó al taller, con todo lo que lo ello significa de compromiso y pertenencia a un proyecto empresarial. Sin embargo, las exposiciones que realizaron sus directores generales, Javier Roquero y Alicia Gómez, respectivamente, habrían tenido un magnífico complemento si trabajadores de esas dos compañías hubieran trasladado a un auditorio formado exclusivamente por empresarios sus experiencias sobre la participación en sus respectivas compañías.

Cuando la nueva cultura de empresa se basa en el establecimiento de un entorno de confianza, respeto mutuo, comunicación y transparencia que pivota en las personas como eje del desarrollo de las compañías, qué mejor expresión de esos valores para dar presencia y conocer la opinión de aquellos que son agentes indispensables en este cambio de paradigma de las relaciones laborales que plantea Adegi.

Con el eufemismo de nueva cultura de empresa, Adegi quiere esconder lo que siempre ha sido esta iniciativa, que es un nuevo modelo de relaciones laborales, tras la amarga experiencia de unos sindicatos que obedecen a planteamientos políticos y estratégicos por encima de la situación de las propias empresas, pero flaco favor se haría al sistema democrático si el objetivo de esta iniciativa es prescindir de las organizaciones sindicales en general como agentes necesarios en la articulación de una sociedad.

Una cosa son los pactos que los empresarios y los trabajadores firmen en el ámbito de sus empresas en favor de sus intereses, el desarrollo y el progreso de las compañías, y otra bien distinta es que desde un punto de vista institucional una organización empresarial haga abstracción de una realidad que, guste o no, tiene que ser partícipe y agente activo.

Partiendo del hecho de que la actuación de algunos sindicatos no ha podido estar a la altura de las dramáticas circunstancias que nos ha traído la crisis y que sus decisiones, en algunos casos, han provocado el cierre de empresas, sí es cierto que no hay que hacer tabla rasa y se debe plantear, al margen de los ámbitos de cada empresa, la necesidad de establecer un nivel de relaciones, siquiera a nivel institucional, con aquellas organizaciones que tratan de defender los derechos de los trabajadores.

Con el decaimiento de la ultraactividad de los convenios el 7 de julio de 2013, que algunas patronales lo celebraron como si les hubiera tocado la lotería para al final darse de bruces con una realidad más tozuda que sus deseos, y la reforma laboral impulsada por el PP -modificada parcialmente por el Tribunal Supremo- el escenario aconseja concordia, aproximación y consenso y no tirar por el camino de en medio al albur de unas circunstancias favorables.

Baste recordar que si hemos llegado a la situación actual y este país ha podido responder mejor que otros a la crisis es porque en los años 80 del siglo pasado, con el desmantelamiento de los astilleros y la reestructuración del sector siderúrgico, y la posterior crisis de los años 90, la ecuación Administración-empresarios-sindicatos funcionó como una unidad que fue capaz de sentar las bases de la economía que hoy existe en Euskadi. Para volver a ese espíritu, parece que se plantea como pertinente recuperar esos valores de confianza, respeto mutuo, comunicación y transparencia, pero en plural mayestático.

Por eso, la nueva cultura de empresa que plantea Adegi no solo se debe quedar a medio camino, sino que ha de explorar otras formas de participación que reduzcan la deslocalización de empresas, favorezcan la transmisión en situaciones concretas para garantizar su continuidad y mejoren el clima laboral.