La renuncia del economista galo Thomas Piketty a la Legión de Honor francesa, que es la máxima distinción que existe en el país vecino, debido al fenómeno internacional, sobre todo en Estados Unidos, que ha sido su libro El capital en el siglo XXI ?en el que pone de relieve la necesidad de una reforma fiscal progresiva para evitar la tendencia del capitalismo al aumento de la riqueza en unas pocas manos y con ello, el deterioro de la clase media y, en consecuencia, el incremento de la desigualdad social?, ha hecho aflorar nuevamente uno de los más graves problemas que nos va a dejar la crisis y, que por ahora, desde ninguna instancia política al uso se quiere abordar por los graves costes electorales que pudiera tener meter mano a los que tienen más.
El parco crecimiento económico que se nos augura para este año, rondando el 1,7%, un empleo que crece pero a costa de aumentar la precariedad de los puestos de trabajo, unos sueldos, que tras sufrir serios recortes durante la crisis, permanecerán prácticamente congelados en 2015, va a provocar un aumento de la riqueza de los ricos porque los rendimientos de capital, de acuerdo con los cálculos de Piketty, son bastante estables a lo largo de la historia y se sitúan en torno al 5% anual. Esto quiere decir que un inmueble con un valor de 500.000 euros generaría en el largo plazo un rendimiento de 2.000 euros al mes o si se alquilara, el arrendatario pagaría 25.000 euros al año.
Mientras el rendimiento del capital sea mayor del crecimiento económico, la parte del pastel que va a los ricos aumentará de manera importante, con lo que el capitalismo recupera sus señas de identidad al volver a una economía de concentración basada en los rentistas y los grandes patrimonios que era la que existía en la Europa del siglo XIX.
Algunos pueden afirmar que estamos lejos de esta situación, pero solamente hace falta echar un vistazo a las remuneraciones que tienen los directivos de las empresas que cotizan en el Ibex 35 o los ejecutivos de entidades financieras ?por poner un ejemplo?, para conocer que la brecha en lo que perciben se ha agrandado de manera importante con la crisis, hasta el punto de darse el caso de cobrar 70 veces más que un trabajador de la misma compañía. En Estados Unidos se ha pasado de una proporción de veinte a uno en los años 50 a un ratio de 200 a uno en la actualidad.
La realidad es que, según un estudio de la organización Intermón Oxfam, la mitad de la renta mundial está en manos del 1% más rico de la población, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población del planeta. En el Estado español solo 20 personas poseen la misma riqueza que 13 millones de ciudadanos que se hallan en situación de pobreza.
Frente a esta situación, Piketty plantea una solución global que a día de hoy se presenta como utópica, no porque no sea posible, sino porque es impensable que exista una alianza internacional para evitar mecanismos de escape a la evasión de impuestos cuando en el corazón de Europa, en concreto, en Suiza, Luxemburgo y en el Reino Unido, existen paraísos fiscales muy gustosos de colaborar con el defraudador. El economista francés propone un impuesto global sobre la riqueza, que sería similar al nuestro sobre Patrimonio y que Bildu lo ha denominado de la Riqueza y de las Grandes Fortunas, del 1% por encima del millón de euros, y del 2% superior a los cinco millones.
Una prueba de que la desigualdad ha crecido es el indicador de las ventas de coches el pasado año de 2014 que experimentó una subida del 18% en el Estado español y que en Gipuzkoa se tradujo en un aumento del 22,8%. A pesar de que en Gipuzkoa el 6% de las ventas se concentran en los coches de categoría medio-baja, no hay que olvidar que los vehículos de lujo se incrementaron un 29,3%. En el Estado, el modelo Ghibli de la marca italiana Maserati, que cuesta entre 71.000 y 97.000 euros, ha sido uno de los tres vehículos que más ha crecido en ventas, con un incremento del 945%. Para el comprador de estos coches, está claro que el plan Pive que ha renovado nuevamente para este año el Gobierno del PP no es la la razón que le ha estimulado la venta, entre otras cosas porque no se aplica.
El problema de la desigualdad social generada por un deterioro progresivo de la clase media que ha visto cómo su poder adquisitivo generado por las rentas de trabajo se ha ido reduciendo cada vez más, a pesar de los grandes anuncios de recuperación basados en indicadores macroeconómicos, es que nadie sabe o es incapaz de plantear las medidas correctoras que eviten la existencia de ciudadanos de primera, aquellos que tiene un trabajo bien remunerado y estable, y aquellos de segunda que, aun teniendo empleo, su salario es tan precario que nunca van a poder salir de una situación de casi marginalidad.
Esta es la cruda realidad que nos ha dejado la crisis y las medidas de austeridad más dirigidas a paliar los déficits públicos que a mostrarse sensibles a la situación de exclusión a la que ha derivado a miles de ciudadanos que, como ha ocurrido hace muy poco en Madrid, pedían que los centros escolares estuvieran abiertos en las vacaciones de Navidad, porque así tenían asegurada la comida de sus hijos.
El problema de la creciente concentración de la riqueza no es tanto el problema de la enorme desigualdad social que origina, sino también su traslado a una posible desvirtuación del sistema democrático en lo que los ricos puedan comprar el gobierno de turno para asegurarse la pervivencia de su riqueza, influyendo en la toma de decisiones y en la puesta en práctica de políticas fiscales más favorecedoras que eliminen un mejor reparto de la riqueza entre los ciudadanos. Este es el gran peligro y el gran reto que tienen ante sí los gobiernos.