Justo en el mismo momento en que el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, afirmaba con rotundidad que “el año 2014 ha sido el de la recuperación y 2015 será el del despegue definitivo de la economía”, un trabajador de una empresa de transportes de viajeros por carretera con varias décadas de antigüedad era despedido en Donostia por causas económicas a causa de una disminución ?a juicio de la compañía?, de las ventas en aplicación de la Reforma Laboral, la misma que hace solo seis días ha recibido el varapalo del Tribunal Supremo, al considerar vigentes las condiciones laborales esenciales de convenios colectivos caducados, con lo echa por tierra el fin de la ultraactividad que consagra la norma. Este es claro ejemplo de las “primeras Navidades de la recuperación” que tan alegremente proclamó Rajoy el pasado viernes desde esa burbuja que se llama Moncloa.
Es llamativo como la crisis con el corpus legal que, a través de la Reforma Laboral, les ha proporcionado el Gobierno del PP está siendo aprovechada por empresarios sin escrúpulos para deshacerse de trabajadores sin ni siquiera cumplir con el mínimo trámite de la comunicación previa de los 15 días de antelación a la fecha del despido, una contingencia que lo subsanan poniendo por delante un talón que sirve para tapar cualquier irregularidad.
Son los mismos empresarios que se aprovechan de la Administración para actuar en régimen de monopolio, ante la ausencia de medios de transportes alternativos, y tratar a sus clientes de la misma forma que lo hacen con sus trabajadores. Te pueden dejar tirado en la carretera en una frecuencia que comienza ya a preocupar, sin que los clientes reciban una atención acorde con la incidencia y nadie desde las instituciones públicas exija responsabilidades sobre el estado del material rodante en el que van los viajeros.
Este es el más claro ejemplo de la recuperación y del despegue del que tanto alardea Rajoy, para tapar otras cuestiones que tienen mucho que ver con la falta de ética y moral que él mismo y su partido realizan en su práctica política, como ejemplo de ese neoliberalismo que ha quedado tan impregnado entre los empresarios españoles. Se sienten tan cómodos que han llegado a confundirlo con el autarquismo, hasta el punto de que el recién reelegido presidente de la CEOE, Juan Rosell, tuvo que hacer un llamamiento solemne a la recuperación de la deontología en la actuación de los patronos de las empresas. Es el mismo que miró para otro lado cuando su antecesor Gerardo Díaz Ferrán se dedicaba al alzamiento de bienes y blanqueo de capitales en sus empresas o cuando no cesó a su vicepresidente, Arturo Fernández, por hacer uso de las famosas tarjetas black de Caja Madrid.
Este el modelo económico que cuenta en el haber de Rajoy y que se traduce en más de cuatro millones y medio de ciudadanos españoles en situación de paro, de los que más de tres no tienen ningún subsidio, así como que, según la ONG Intermón Oxfam, solo veinte súbditos de Felipe VI ?el hermano de la primera miembro de la familia Borbón que se va a sentar en el banquillo de los acusados?, tienen lo mismo que trece millones de ciudadanos en situación de pobreza. Ese es el gran logro de Rajoy, que el Estado español sea el segundo país con mayor desigualdad de la Unión Europea, por detrás de Letonia.
Y frente a este escenario es necesaria una regeneración. Aun siendo cierta la recuperación macroeconómica, los ciudadanos no van a sentir el cambio de tendencia hasta, por lo menos, el año 2016, ya que la creación de empleo no se producirá si previamente las empresas no acometen las inversiones que han estado congeladas durante este tiempo. El cambio debe venir por planteamientos basados en un propio modelo de desarrollo humano sostenible, tal y como lo plantea el exlehendakari Juan José Ibarretxe.
Está claro, aunque es una cuestión que no se ha podido cuantificar, que el coste de la dependencia del Estado está pasando una buena factura a Euskadi en esta crisis, entre otras cosas, por no contar con sus propias herramientas como, por ejemplo, una legislación laboral más acorde con la realidad del tejido económico de este país. Estoy seguro de que con un marco de relaciones laborales vasco más cercano a la realidad de nuestras empresas la tasa de desempleo sería más baja que la actual, entre otras cosas, porque el diálogo entre empresarios y trabajadores sería más cercano y se habría llegado a la conclusión de que, en vez de destruir empleo, la contrapartida se debe plantear en términos de reducir salarios o jornada con el fin mantener los puestos de trabajo. Y ahí, hay acuerdo.
No es algo nuevo; incluso ya se está aplicando en estos momentos en grandes empresas guipuzcoanas con pedidos de maduración a largo plazo y provenientes, en general de las administraciones públicas, que están haciendo en la actualidad reducciones de jornada y aumentando turnos de vacaciones ante una caída coyuntural de la cartera, sin que se haya producido ningún conflicto social y todo ello con el acuerdo de los sindicatos.
Este es un ejemplo más de la posición que están manteniendo los sindicatos en las empresas que, en este momento, están en situación de crisis, como pueden ser los casos de Candy Hoover, TS Fundiciones o Fundiciones Wec, donde están buscando soluciones para tratar de evitar la destrucción de empleos, a través de la puesta en marcha de nuevos proyectos industriales, en un caso, la entrada de nuevos inversores en la compañía, en otro, o la movilidad geográfica a una planta situada fuera de Gipuzkoa, en el tercero.
El hecho de contar con nuestro propio marco jurídico laboral habría evitado la tentación de algún empresario vasco de aplicar la barra libre de las relaciones laborales y del despido a partir del 7 de julio de 2013 con el decaimiento de la ultraactividad de los convenios colectivos que planteaba la Reforma Laboral española. Afortunadamente, la realidad de este país, en contra de lo que presumían los empresarios y a pesar de no contar con competencias propias en la materia, es muy diferente al paraíso que nos quieren vender desde la Moncloa. l